«La visita soñada»

«La visita soñada»

No sé de dónde vienes a estas horas. Me has sorprendido. Si te soy sincero esta noche no te esperaba. Tampoco me sobresalto cuando siento que me despiertas acariciando mi cara. No puede ser otra persona más que tú. Así que, aquí estás. Has venido sin esperarte, sin avisar, sin anunciarte. No hace falta que lo hagas. Lo sabes. Tu espacio, tu burbuja, siempre tiene las puertas abiertas a la espera de que quieras cruzar el umbral. Aquí te relajas, aquí eres, aquí estás, aquí somos. 

Abro los ojos para verte. Hablas en un susurro por lo que no te escucho bien, pero entiendo que dices que tenías ganas de estar a mi lado, de pasar la noche tranquila, relajada y alejada de los problemas habituales. 

Encendes la pequeña luz de la mesita de noche, me encandilas, aún así me regocijo en la apasionante visión que es contemplar cómo te desvistes. Lo haces despacio, disfrutando del momento, de mi mirada. No has traído pijama. Ya veo que has improvisado totalmente esta visita. Sabes dónde tengo los míos, por lo que no me sorprende que decidas abrir la gaveta para coger una de mis partes de arriba. Te observo con detalle. Me gusta cuando haces estas cosas y te dejas llevar por el erotismo que sabes me provoca tu cuerpo y tu persona.

Siento cómo te agachas y retomas, en silencio, ese que siempre hace que nos besemos, la caricia de mi cara. Siento tus labios sobre los míos.

Con suavidad me musitas que te haga hueco en mi lecho. Normalmente te acuestas del otro lado de la cama, pero esta noche, no se bien el motivo, te apetece meterte en mi lado. No hay problema. Eso también me gusta. Con tranquilidad me aparto para dejar el espacio que me solicitas. Siento el frío del otro lado en mi espalda, hace que vuelva en mi, ya veo que lo que te apetecía era el calor.

Pero una noche más todo se desvanece, y lo que parecía un sueño, se confirma como triste realidad.

Gracias por leerme.