
Todas las mañanas se levanta refunfuñón. Antonio Veroño es de los típicos hombres que a medianoche se destapa sudando, pero con la llegada de las primeras luces se vuelve a despertar con los pies fríos. Eso lo pone de mal humor.
Tras desayunar, ya con los pies calientes por la ayuda del tazón de café con leche y de los calcetines de «andar por casa», de esos con cositas en la planta para no deslizar, se viste y da el primer paseo de la mañana.
El ritual es siempre el mismo, suéter, chaqueta, pañuelo o bufanda al cuello, según el frío que haga, y a la calle, no sin comprobar la cantidad de nubes grises que lucen en el cielo, para saber si coge o no el paraguas.
La mañana es fría. En esta época todas lo son, como su humor. Nada más dar los primeros pasos se alegra de no haberse equivocado. Emite lo que parece ser una pequeña sonrisa. Se protege abriendo el negro bastón de tela impermeable. Unas pequeñas gotas acompasan su caminar y él silba siguiendo el ritmo. Parece disfrutar el momento. Tras media hora de paseo la lluvia para. Las nubes empiezan a levantarse y el paraguas ya sobra. Lo usa como bastón de apoyo lo que le hace recordar e imitar el viejo musical «Cantando bajo la lluvia». Ahora ríe. Al rato, el pañuelo es un estorbo. Vuelve a incomodarse, refunfuña, por el sofoco que le da. Lo quita y guarda en el bolsillo de la chaqueta. Suspira.
Tras unos pasos el tiempo vuelve a cambiar. Él también se acalora. Ahora le sobra la chaqueta y el suéter. Su carácter se transmuta en cuando se desprende de las prendas y el sol le da en la cara. Parece realmente feliz.
El paseo de la tarde lo acomete tras la siesta. Sabe que debe llevar algo de abrigo porque…,¡caramba vuelve a llover! Eso le entristece.
Tarda algo más de lo previsto y los pies poco a poco se le enfrían, los mofletes se le enrojecen y el humor del mediodía se apaga.
Así va por la vida Antonio Veroño, como el tiempo, variando entre el otoño de la mañana y de la tarde, y el calor abrumador del verano durante el mediodía. Porque no hay nada peor que no saber cómo vestir y no saber cómo estar.
Gracias por leerme.
Esto no será autobiográfico jjajaja
¡A mal tiempo, buena cara! Me encanta el invierno y el cambio te tiempo no me suele poner de mal humor. Lo mejor que puedes ofrecer es una buena sonrisa al mundo, seguro que será un poquito mejor.
¡Qué tengas un buen día!!!
Menos mal que en este, y el otro, abundamos los Veroños, que no Antonio.
Pero… los viejos rokeros nunca mueren y aunque se caiga el sol a pedazos, paraguas, chaqueta, bufanda y si me apuras gorrilla, no deben nunca faltar de tener a mano.
Como te dicen por ahí arriba, «autorretrato».
Veroño… Qué bonita palabra!! Hacía mucho que no salía por ningún lado, y parece que el veroño llega cada vez más tarde con esto del cambio climático… un rollo el tener pensar: ¿Qué me pongo hoy? Y tener el armario a caballo entre la ropa de verano e invierno, jajaja. Sin embargo, preciosos los paseos viendo el cambio de los colores de la naturaleza, tanto del cielo como de los árboles… aunque prefiero el paseo matutino que te alegra y energiza el día al de la tarde que te entristece y enfría. Muy identificada con Antonio, el prota de la historia. 😉