
El juego de luces y sombras que se conjugan en este pasillo poco iluminado, siempre produce un efecto alucinante en lo que estamos mirando; ese efecto es aún mayor si lo que vemos es fruto de nuestra imaginación. Al menos eso me pasa cada vez que te veo avanzar por el pasillo.
En muchas ocasiones, como la de hoy, tú no me ves. No sabes que te estoy mirando, pues tu paso está siguiendo esas luces y esas sombras que te llevan en dirección opuesta a la que yo estoy. Pero estoy, apoyado en mi esquina, acariciando la incipiente barba, imaginando que en el siguiente sonido de tu tacón te vas a dar la vuelta para buscarme. Estoy, esperando y disfrutando de ese breve momento de disfrute que me da observarte.
Con mi mirada, deseosa de encontrarse con la tuya, admiro el contoneo de tu cintura y solo puedo ponerme a silbar tus pasos, siempre al ritmo que acompasan tus caderas. Cuando ya te pierdo de vista —al final las sombras son más que las luces—, con la musiquilla que he creado en mi cabeza, sigo mi camino, como tú, entre mis propias luces y mis propias sombras.
Quién sabe, quizás, algún día, logremos caminar en el mismo sentido, apagando y encendiendo esas luces y esas sombras que hoy nos separan.
Gracias por leerme.
No creo que me vea en la tesitura de tu pasillo, no me pone, ni me pones, a pesar de que llevamos royendo cosas juntos mucho tiempo.
Sí te brindo mi amistad, y un bonito pensamiento de ella…
Besicos y abrazos…
https://arenaysalweb.wordpress.com/2019/04/10/echando-un-ratico/