
Chiquita es una adolescente bonita, simpática, dicharachera, habladora y muy inteligente. Las distintas demostraciones de tener una memoria prodigiosa, para lo que le interesa, ha hecho que en casa, a veces, la llamen «cerebrito».
Si hay alguna característica que debo resaltar de su personalidad es, sin duda, el despliegue constante de su felicidad. Es una de esas personas que utilizan su amplia y permanente sonrisa para irradiar energía positiva por donde quiera que se mueve. Ella es y hace felices a los demás.
Como todas las adolescentes tiene sus momentos. Su cuerpo está en proceso de cambio y sus hormonas la hacen llorar, enfadarse, esconderse, encerrarse en su cuerpo…, o tras la pantalla de su móvil. No importa, aún en esas ocasiones, cuando asoma el hocico tras la puerta de su escondrijo, se le siente llegar gracias al aire fresco que forma el aura que la rodea.
Es un espíritu aventurero, capaz de, tal y como ya ha demostrado en varias ocasiones, enfrentarse a nuevos retos y a cambios importantes que la han hecho crecer, madurar y disfrutar de grandes y nuevas experiencias.
Hace un mes se marchó para experimentar una de esas vivencias en un país extraño, con otras costumbres, en una casa que no es la suya y con unas personas que no son su familia. Su historia es todo un éxito.
Ahora regresa, con la maleta llena de vivencias, con la cabeza ocupada de nuevas y grandes expectativas de vida y con el corazón trastocado, por dejar atrás a tanta gente que la han acogido como una más de su familia, como una más de la pandilla, y por volver con los suyos.
Hoy les hablo del retorno de mi Chiquita, la más valiente y preciosa niña. El regreso de una de mis personas favoritas, mi hija.
Por fin vuelves, ¡te he echado tanto de menos! Estas letras son tu primer abrazo. El otro mañana.
Gracias por leerme.