«In memoriam. Javier Marías»

«In memoriam. Javier Marías»
«In memoriam. Javier Marías»

Se encontraban cruzando «Los dominios del lobo (Edhasa, 1971)», tal y como les habían indicado, a través de la denominada «Travesía del horizonte (La Gaya Ciencia, 1973)».

Ellos no lo sabían, pero «El monarca del tiempo (Alfaguara, 1978)» hacía tiempo que les seguía, algunos hablaban de que lo hacía hace casi «El siglo (Seix Barral, 1983)», pues en el fondo, aquel vil tirano, se consideraba «El hombre sentimental (Anagrama, 1986)». No engañaba a nadie.

A «Todas las almas (Anagrama, 1989)» que los veían pasar, se les quedaba el «Corazón tan blanco (Anagrama, 1992)», como si del mismo hielo polar se tratara, pues tenían la sensación de que aquellos dos no lograrían llegar a su destino de manera segura. 

Algunos, los más valientes, les bisbiseaban una extraña frase: «Mañana en la batalla piensa en mí (Anagrama, 1994)», para intentar hacerlos conscientes de lo que ocurría. Como era evidente, los dos no sabían qué significaban aquellas palabras.

El camino hizo que la «Negra espalda del tiempo (Alfaguara, 1998)» se mostrara pesada y lúgubre deseando que «Tu rostro mañana (Alfaguara, 2009)» cambiara de color y les diera la oportunidad de llegar al destino. Ambos sucumbieron por aquella senda. 

«Los enamoramientos (Alfaguara, 2011)» a los que se vieron sujetos fueron los culpables. Ninguno de los dos pudo darse cuenta de que «Así empieza lo malo (Alfaguara, 2014)», por lo que, tanto «Berta Isla (Alfaguara, 2017)», como «Tomás Nevinson (Alfaguara, 2021)» se perdieron en el mundo del olvido.

Gracias por leerme.

PD. Tal y como hice cuando falleció  Eduardo Punset, o Juan Goytisolo, o Carlos Ruiz Zafón, o Almudena Grandes, hoy he jugado con los títulos de las obras de Javier Marías, con el que tantas horas pasé leyendo. Ahora te toca a ti leer su obra. Espero que la disfrutes como yo lo he hecho. DEP.

«En memoria de John Le Carré»

Todo un genio del espionaje

Era del todo imposible que hubiera una Llamada para el muerto. El Asesinato de calidad, que yo había cometido, no dejaba dudas de que la víctima era El espía que surgió del frío, por lo que aquella melodía en el teléfono móvil, me descoloró bastante. 

No había tiempo que perder. Estaba seguro de que El topo, recién llegado de La casa Rusia, me estaría esperando en el lugar pactado. 

El espejo de los espías era el típico pub irlandés, donde La gente de Smiley solía reunirse a tomar unas cañas y poner de vuelta y media a El honorable colegial, un chico imberbe y algo desaliñado, que ejercía de jefecillo, por orden directa de El peregrino secreto. 

Estaba claro que, ahora que ya tenía en mi poder, El legado de los espías, debía entregarlo a aquel jovenzuelo, con apariencia de ser El amante ingenuo y sentimental, con el único objetivo de poder convertirme enUn espía perfecto y poder escapar a Una pequeña ciudad de Alemania donde reunirme con La chica del tambor, nombre en clave de Marietta. De esta manera, dejaría de ser considerado comoEl infiltrado y poder empezar de nuevo Nuestro juego con la sencilla tapadera de aparentar ser El sastre de Panamá y dejar de ser El hombre más buscado y Un traidor como los nuestros.

Llegué al bar. Al acodarme en la barra silbé la melodía de La canción de los misioneros. Alguien rozó mi hombro. Parecía Un hombre decente. Disimuladamente dejé caer con suavidad el chip que había conseguido y sin más abandoné el lugar. La misión estaba cumplida. Ya podía convertirme en Un hombre decente

Gracias por leerme.

PD. Tal y como hice cuando falleció Delibes, oEduardo Punset, o Juan Goytisolo, o Carlos Ruiz Zafón, hoy he jugado con los títulos de las obras de John Le Carré, con el que tantas horas pasé intrigado y viviendo otras vidas. Ahora te toca a ti leer su obra. Espero que la disfrutes como yo lo he hecho. DEP.