«Una cuestión de bolas»

«Una cuestión de bolas»
¿Bolas?

Pues al parecer la cosa hoy va de bolas; que por cierto viene bien en esta época del año.

Sin duda alguna escuchar que alguien te diga que te va a «coger por las bolas» es muy desagradable, aunque no pegue mucho con los supuestos buenos propósitos que empiezan a inundar el ambiente festivo que empezamos a tener a nuestro alrededor.

Una buena respuesta a ese comentario tan soez, que no pasará desapercibida y que probablemente genere un efecto belicoso por la otra parte, sería «no me toques las bolas». No es la idea de este relato esquinero de hoy.

Parece que hoy me estoy enredando las bolas. Puede incluso que pienses que «no doy pie con bola», ya que al parecer me está costando desenredar este ovillo, por no volver a decir bola, de lana en la que se esta convirtiendo este texto. Puede incluso que hasta me digas que eres tú quien está «hasta las bolas».

Para serte del todo sincero decirte que de las bolas que quiero hablar, no on de esas que se citan o insinúan en esas expresiones. Hoy te quiero nombrar las bolas de mi madre. 

Si la conoces, crees que sabes a lo que me refiero, pero tampoco me refiero a esa bolas, sino lo que en verdad quiero resaltar es una de sus manualidades que, como decía al principio, tienen mucho que ver con estas fiestas.

El árbol de Navidad de mi casa está decorado con las bolas que hizo mi madre. cOn las que lleva haciendo ya unos cuantos años y de las que siempre nos regala alguna para ir aumentando la colección. 

Hechas a mano, una a una, con cariño y precisión extrema, cada una de ellas es distinta a las otras; decorada con piedras, lazos, nudos o cualquier pequeño detalle que ha caído en sus manos durante todo este año. ¿No me digas que no es para «darle bola» y presumir de ello? 

Pues ya plantado el árbol, con tanta bola y tanta coba, como verás sí que tenía que ver con esta época. ¿Como has decorado tu árbol? ¿Tienes alguna pequeña tradición al hacerlo? ¿Te apetece ver mis bolas?

«Una cuestión de bolas»
¡¡¡Por la bolas de mi madre!!!

Gracias por leerme.

«El tío gilipollas vuelve al ataque»

«El tío gilipollas vuelve al ataque»
SOy gilipollas y este un tonto a mi lado.

Hace dos años y unos pocos días que publiqué una entrada en esta esquina titulada «Modo tío sufridor, activado» (Si eres de las pocas personas que no te reíste de mi, por aquel entonces, ahora tienes una nueva oportunidad para hacerlo). 

Debo ser gilipollas. Corrijo, ¡soy gilipollas! Pese a que por aquel entonces aseguré de que tenía una orden judicial, que me eximía de quedarme con mis sobrinos, al menos, durante diez años y un día, mañana volveré a picar ya que me he comprometido ha quedarme con ellos todo el fin de semana. Sí, ¡todo el fin de semana! Después lo que sufrí. Entiendes ahora porqué digo que soy gilipollas. Eso o que en el fondo quiero a los enanos. Bueno, o ambas cosas, que no tienen porque estar separadas. 

Al parecer el plan y las condiciones del préstamo, son menos exigentes que la vez pasada. La celiaquía del pequeño (tres años) está «controlada» —esto significa que ya sabemos qué puede comer y qué no, y, por lo tanto, no vomita como si fuera la niña del exorcista, que fue lo que ocurrió la otra vez, cada vez que le enchufaba el biberón con gofio, o un pedazo de pan…—. Por otro lado, la mayor (cinco años) es consciente de lo que va a ocurrir y la figura de apego a su madre, en teoría, está más superada. «Los niños no lloran» dice la madre… ¡ya veremos! Yo recuerdo verlos, como dice el padre, con la boca tipo buzón y los ojos achinados del esfuerzo por tanto llanto.

De todas formas, no me fío un pelo. Si has leído el escrito anterior —tienes el link más arriba—, la otra vez comencé, según empezó el fin de semana, a escuchar unas risitas en mi cabeza, probablemente fruto de una locura transitoria, que espero ya tener superada, por lo que, esta vez, pienso estar bien atento a todo lo que suceda y, bajo ningún concepto, dejarme liar —(jejeje), ¡ehhhh!,  ¡no empecemos!—. El plan es el siguiente:

Viernes tarde: Recojo a los niños en el cole. Para ello tengo un carnet que me autoriza, pijos que son en ese cole. Vamos a casa. Paseo para cansarlos. Ducha, cena —(jejeje) ¡Sí, lo sé!, que el niño es celiaco!; tortillita francesa y a la cama. —Por cierto no le digan nada a mi hermana pero tengo un bote de jarabe antihistamínico, recomendado por una farmacéutica amiga, que los hace dormir como benditos (jejeje), ¡ups!, pero solo será suministrado en caso de extrema necesidad y por si…, bueno, según indica el prospecto, no para otro fin. 

Sábado: Madrugar. En esto ya estoy sobre aviso, por ser tío gilipollas que lo he admitido. ¡Todos para la playa! Nada mejor que coman un fisco de arena —¿Le hace daño a los celiacos?, (jejeje) espero que no—. Ducha, almuerzo, siesta, parque, ducha relajante, jarabe —¡ups! error del teclado, quise decir ‘a dormir’.

Domingo: Madrugar —¿ves por lo que digo lo de gilipollas? ¡dos días seguidos!—. Se repetirá el plan del sábado. Menos por la pequeña salvedad de que, como la madre de las criaturas llega a las 15:10 es muy probable que desde las 12:00 la esté esperando, cual tío gilipollas,  con los brazos abiertos, en el aeropuerto. Imagino que tendré la suerte de que la compañía aérea adelante la llegada de todos sus vuelos, para así compensar el daño que nos ha causado estos años atrás (jejeje). En caso contrario, (jejeje) es muy probable, que el bote de jarabe me lo haya tomado yo y verás a este tío gilipollas, totalmente dormido en uno de los incómodos bancos de la sala de espera del aeropuerto, mientras mis sobrinos saltan sobre mi. Si llegara el caso, te ruego que les des de comer, pero recuerda que el enano, es celiaco, y yo el tío más gilipollas que has visto nunca.

¡Ya les contaré!

Gracias por leerme. 

«¡Dieciocho tacos ya! Carta abierta a la madurez»

Puerto de la Cruz, a 26 de abril de 2019

«¡Dieciocho tacos ya! Carta abierta a la madurez»
¿Dieciocho cumpleaños? ¿Ya? Parece mentira.

Cuando leas esta carta ya habrás estrenado tus dieciocho años. ¡Parece mentira! Lo que voy a decir puede sonar a tópico, lo se, pero es que tengo la sensación de que hace apenas unos días que te tenía durmiendo sobre mi pecho. ¡Y han pasado dieciocho años!

Sin duda, la mayor parte de este tiempo ha sido de los mejores de mi vida. De nuestras vidas. Tenerte a ti, y a tu hermana, es lo más hermoso que nos ha podido pasar, no solo a mamá y a mi, sino a toda la familia.

Lo hemos hecho lo mejor que hemos podido, con nuestros defectos, con nuestros fallos, con nuestras peleas, con nuestros llantos… Pero tranquilo, no te creas que te vas a librar de nosotros, no hemos terminado. Siempre he escuchado que lo peor son los treinta y cinco primeros años, que después suaviza. Así que, aún nos quedan unos cuantos.

Cumplir dieciocho años es importante, aunque no supone que ya has madurado, que ya eres un hombre. Es una edad que debes convertir en una reflexión personal para que, poco a poco, vayas alcanzando esa tan ansiada madurez. Los primeros pasos estás a punto de darlos: enfrentarte a la EBAU, sacarte el carnet de conducir, decidir qué carrera quieres estudiar, encargarte de resolver tus cuestiones, viajar…

Deberás tener en cuenta que tus responsabilidades aumentan. Ya no vale decir eso, tan frecuente de la adolescencia, que espero que empecemos a dejar atrás —aunque haya días que no se note—: «No me di cuenta», «Yo no lo sabía», «No pretendía»… Se acabó. Eres responsable de tus actos.

Celebrar los dieciocho no significa dejar de cumplir con los que te queremos, con los que siempre estaremos a tu lado. Es justo lo contrario. Crecer significa la apertura a un mundo infinito, lleno de posibilidades, que se abre ante ti; un mundo maravilloso que te está esperando a que te lances con confianza y valentía, con el respeto que siempre te hemos enseñado y con la certeza, como ya te he comentado, de que las personas que te quieren, siempre vamos a estar aquí para apoyarte y cuidarte como hasta ahora lo hemos hecho. Cuenta con nosotros.

A partir de ahora podrás vivir muchas historias, amores, situaciones extrañas, kafkianas incluso, que te harán reír y llorar, eso es madurar, pero te aseguro, que si buscas, tal y como te hemos indicado durante todos estos años, también encontrarás personas, eventos y recuerdos maravillosos que te acompañaran y guiaran todo el camino. Aquí estaremos para compartirlas.

La vida te está esperando. DISFRÚTALA. Te queremos.

FELIZ 18 CUMPLEAÑOS.

«Celebrando cincuenta años de matrimonio»

¡Cincuenta años juntos!, ¿Te lo puedes creer? ¡Cincuenta años aguantándose!, porque vamos a ser sinceros, que mi madre aguante a mi padre y mi padre la aguante a ella, durante tantos años, tiene guasa. Pero ahí están, contentos y felices tras celebrar esas bodas de oro. Con su correspondiente minuto de silencio.

Toda la familia nos vimos sorprendidos con una escapada de hotel —con tabla de quesos y fruta y vino en las habitaciones—, cena —con croquetas—, desayuno —abundante, de hotel—, cervezas a media mañana —con sus frutitos secos, papitas…—, almuerzo… Como siempre, en cada una de las comidas la frase de mi madre sigue siendo «Si tienen hambre pedimos más». Con razón llevan cincuenta los juntos. Ella solo piensa en la comida y él parece una paloma, picoteando de todo…

Ya te puedes imaginar la mesa, con su griterío, sus risas, los niños correteando…. todo un lujo. La familia Adams al completo: los dos cabeza de familia, los cuatro hijos, los «piojos pegados» y por supuesto los cinco nietos, los más importantes. ¡Menudo gallinero! —casi tanto como la de aquella ocasión y que te recuerdo pinchando aquí—.

Hay días que son para el recuerdo y, sin duda, este fin de semana pasado, fue uno de ellos. No sé si el resto de huéspedes opinarían lo mismo, pero qué quieres que te diga, ¡que se rasque el que le pique!, que cincuenta años juntos, cumplir esas bodas de oro, con toda la familia unida, es un hito importantísimo del que no todas las personas pueden presumir.

Está claro de que hay que darles las felicidades por no haberse asesinado mutuamente en estos cincuenta años, un logro que hace feliz a toda la familia. Aunque sabemos que en más de un momento han estado cerca. 

Nuestro regalo. Ayudarles a cumplir un sueño —ojo, no incluye tirar por la borda al otro—, como símbolo de un nuevo comienzo y nuestros mejores deseos, ya que no hay nada más bonito que ver a las personas que uno más quiere desear hacer planes para el futuro, vivir nuevas sensaciones, seguir descubriendo el mundo…, seguir amándose.

Gracias por leerme. 

«Convertirme en la bruja Lola y mis poderes premonitorios

Lo que me falta es comprarme una de estas.

Mi madre siempre nos ha dicho que tiene ciertos poderes adivinatorios. Hace tiempo que empiezo a pensar no solo en que tiene razón, sino que además éstos se heredan.

Un mes atrás me acordaba  por pura casualidad de (M) cuando, al abrir el Facebook, me enteré que le habían detectado algo y que ya estaba en vías de solución. Hoy, casualidades o premonición, (M) lo ha recordado, también en su Facebook, celebrando ese mes de éxito, y que ya está dando la lata, como siempre ha hecho.

He aquí el motivo por el que traigo a colación este post. La conjunción de dos acontecimientos de parecida índole, que me han llevado a pensar sobre este extraño embrujo que poseo.

El segundo de los casos es que, en la tarde de ayer, sin venir a cuento, mi pensamiento se fue a la búsqueda de mi gran amigo y hermano (F), del que hacía algún tiempo que no sabía nada. Llamé un par de veces por teléfono sin suerte lo que me produjo cierto mal estar. Cuando me cogió la llamada, sin más palabras, me llamó «brujo», como si de un insulto se tratara. Lo hacía mientras se reía porque hace tiempo que sospecha de mis poderes de bruja Lola. Estaba recién operado y no había dicho nada a nadie —o casi, todos sabemos que le gusta hacerse un poquito la víctima y es un poco llorona—. Todo le ha salido bien.

Hablamos un rato, nos reímos de la vida, de nuestras sombras y, en seguida, me acordé de aquella vez que en Los Abrigos, una señora nos paró para informarnos que ella tenía «poderes mentales e incluso curativos» —fue la expresión que usó—, y que a mí me señaló con el dedo diciendo «y lo sabes» —al más puro estilo Juli—, dando a entender algo que yo, en ese momento no entendí. Ahora creo que hablaba de nuestras semejanzas adivinatorias, aunque yo de curativo….

Total que como estoy en esas, ahora me he acordado de otras personas: (A), (B), (C), (D) y (E). Tranquilos, sé que todos están bien.. De (G), (H), (I) y (J) jamás he pensado en ellas; no sé si eso es bueno o malo. Pero ahí están. Mañana les llamo que al final no cuesta nada hacerlo y mantener a las amistades activas es siempre un placer. Tú también podrías mandarme un mensaje, más que sea dentro de una botella.

En cuanto a (P), siempre la sueño; a (X), rara vez la veo; a (M) y a las (S); las cosas les van rodadas. A los demás, que no he citado, prefiero ni hacerlo, por si las moscas.

Bueno, ya sabes, si estás en la lista que he citado estate tranquila que estás a buen recaudo, que lo mío siempre es para bien, pero si no eres de los que he citado, cuídate mucho, que nunca se sabe si estos poderes son ciertos.

Gracias por leerme.

P.D.: Entre otros de mis poderes quiero destacar el de servir ginebras, ¡qué quieres que te diga, las hago buenas de verdad!

¡Te toca a ti!: ¿Tienes algún poder? ¿Crees en ellos? ¿Cuál te gustaría tener?

«Una comida familiar o la llegada del Apocalipsis»

Cargando el apocalipsis

Cuando se convoca una comida familiar y toda, o casi toda, la familia se reúne en torno a un mantel, se sabe cómo se empieza pero no cómo, ni cuándo se acaba.

El libro del Apocalipsis habla de cuatro jinetes, que montados sobre cuatro caballos de diferentes colores, son liberados poco a poco sobre la Tierra originando distintos acontecimientos. De igual manera, una comida familiar puede ser azotada por dichos jinetes que en sus caballos pueden ejercer su oficio. De esta manera y comparando las dos citaciones anteriores, nos podemos encontrar con que:

1.- Montados sobre CABALLO BLANCOel jinete de la victoria—, los patriarcas, que orgullosos de que la familia estuviera junta colaboraba en reunirnos a todos en casa de «la madrina» de los más pequeñajos de la casa.

2.- Sobre el CABALLO BERMEJOel jinete de la guerra,«la madrina», que con lenguaviperina aprovecha la más mínima oportunidad para atacar a todo bicho viviente —incluso se atrevió a retarme sobre este blog—, levantando polvo mientras aireaba historias de su juventud, y la de otras, en las que las gallinas parecían tener cierta relevancia.

3.- Los que galopaban sobre el CABALLO NEGROel jinete del hambre—, como la ingente cantidad de comida fue abrumadora, estos no tuvieron mucha suerte, aunque si se les notó el intentó de hacer de las suyas colocando obstáculos para que la barbacoa encendiera, sin tener que llegar al extremo de avisar a los bomberos por la cantidad de humo que se acumuló en el porche, o sirviendo el buen vino en vasos de plástico ¡habrase visto!, menos mal que el consorte sufridor y buena persona —o casi— dotó de copas —todas distintas, eso sí—, a tan nutrida y selecta concurrencia. Referencia especial al selecto ron, traído de tierras cubanas, según se informó, pero embotellado, por lo menos, en Casteldefels, según se descubrió en la etiqueta, que teía un sabor que se dejaba querer.

4.- Desbancada sobre la silla del CABALLO BAYO el jinete de la muerte—, quedó «lamadrina», que intento tras intento al final logró, pero en esta ocasión por otros motivos, que su comadre se desplomara sobre un sofá superada por la presencia de sangre y dolor.

Al final, terminamos semialcoholizados, pero queriéndonos y abrazándonos más que nunca, con la serie proposición de no dejar pasar tanto tiempo para repetir una de estas, esta vez en el norte, que Invernalia también existe y además de jinetes del apocalipsis, podemos aportar trolls y otros animales salvajes.

¿Cómo son tus reuniones familiares? ¿También se desbocan los caballos? ¿Algún consejo?…

Gracias por leerme.