
Llegó al portal de su edificio con desgana. Ya hacía mucho tiempo que lo hacía así. Pero también iba así a trabajar. Quedaba con sus amistades así. Vivía así. Triste.
Tras pasar el umbral de la puerta de la calle, enfiló, con mucha desolación, el tramo de escaleras que la llevaban hasta su casa. Tenía que armarse de valor para subir aquellos diez escalones y llegar por fin a casa. En ella él la esperaba. Era su cuenta atrás para cargarse de una energía que no tenía y disimular.
Probablemente ya tendría la cena hecha, la mesa puesta, seleccionada una película, o el capítulo de la serie que estaban viendo, y todo preparado para recibirla con entusiasmo. Ella mentalmente recorría los escalones de uno en uno. Eran solo diez, pero nada más verlo sabía que se le hacían eternos.
Armada de valor alzó el pie derecho y comenzó la ascensión. Uno.
A cada paso que daba tomaba aire, se transmitía tranquilidad y se iba llenando de valor. ¿Por qué le pasaba aquello? Dos. Tres.
Sabía que contar hasta diez amansaba y calmaba la furia que a veces uno lleva dentro, que sin querer a veces sacamos y que nos impide pensar con claridad. Cuatro. Cinco.
Aquel recorrido no servía de ayuda. Ya no lo quería. ¿Qué hacía allí? Seis. Siete.
Sabía que no tenía ganas de estar con él, pero la costumbre… Ocho. Nueve.
Ya eran muchos los años de casados, las cosas buenas y las malas horas vividas. ¿Dónde iba a ir ella ahora? Una vez más funcionó. Diez.
Abrió la puerta. El olor a tortilla emanaba de la cocina. Como en muchas ocasiones, para amortiguar el olor a comida que a ella le disgustaba, había una pequeña vela encendida, aroma de vainilla, su favorita, sobre la mesa del salón. Su flama se batía suave y a media altura, síntoma inequívoco de que todo estaba en calma. Ella sintió un pequeño escalofrío.
Junto a la candela una pequeña nota: «La cena está en la cocina. Quedó buenísima. Se que hace tiempo que sufres por dentro. Se que ya no eres feliz, se que no puedo hacerte feliz. Cuídate mucho».
Se sentó de golpe. Lloró siempre. El no volvió nunca.
Gracias por leerme.
Eso no pasa un hombre no deja a una mujer, porque no es bonito y además trae muchas complicaciones… Saludos maridito entre marditos, roedó.