
Foto sacada con mi móvil a principio s de mes en SETUBAL-Portugal.
«¡Oh, capitán!, ¡mi capitán!,
nuestro terrible viaje ha terminado,
el barco ha sobrevivido a todos los escollos…»
Entre los versos de Walt Whitman se esconde la escena del capitán que tras superar grandes problemas, es traído por su hijo a su tierra para morir.
Este viejo marino que en la foto canta feliz en nuestra compañía me recordó ese poema tan famoso por la escena final de la película «El club de los poetas muertos».
Nuestro amigo, escondido tras el cristal de las empañadas copas de cerveza y ron, que sin orden ni mesura mezcla y alterna, esconde su talento en una potente garganta que, por culpa de los excesos, ahora se le anuda en torno a la lengua, impidiéndole casi el habla.
En los momentos en los que nuestras voces e instrumentos ganan el silencio, él grita a los siete vientos los nombres de mares y puertos que ha visitado, los nombres de barcos que hacía tiempo pilotaba, o el de las mujeres que había deshonrado y el de las cicatrices que en su cuerpo había bautizado.
Según parece su vida está unida a la vieja piratería, al contrabando y el trapicheo. Una historia llena de aventuras vividas en ultramar, entre las antiguas colonias y que ahora, en un vago intento de ahogar sus recuerdos en el alcohol, estos le salen a relucir, pues saben nadar.
Las viejas trovas que cantamos le hacen llorar y emocionarse, hasta que en un momento, acompañado del fiel escudero, que a ritmo de pandereta celebra sus gritos y hazañas, se pone en pie sobre la mesa iniciando el recitado del célebre poema, cual reclamo de honores, anunciando así su retirada a la espera de tiempos mejores.

Foto sacada con mi móvil a principio s de mes en SETUBAL-Portugal.
«¡Oh, Capitán! ¡Mi Capitán! Levántate y escucha las campanas; levántate —por ti la enseña ondea— por ti suena el clarín; por ti son las guirnaldas y festones —por ti se apiñan gentes en la orilla; por ti claman, la inquieta masa a ti se vuelve ansiosa.»
Gracias por leerme.
Es cierto que el sol y sombra es una eterna fábrica de «filósofos de taberna» de «capitanes de siete mares» y de «chuzas de andar por casa»… ¡ten cuidado!, no caigas en la tentación y líbrate de la copichuela, amén.
Un amigo.
Tarde amigo, ¡y lo sabes! Las copichuelas y una buena compañía, no solo alegran las penas sino que embellecen el alma.