
Hay momentos en los que uno debe saber cuándo es buen momento para callarse. Hay otros en los que hay que responder. Luis lo sabía. Por eso, cuando Claudia lo había convocado para tomar un café acudió extrañado a la cita, pues sabía que no era muy normal la insistencia de ella por quedar. Tenían una conversación pendiente y sospechaba que ella había decidido que ese era el momento para acometerla.
Tras un rato de hablar sobre temas banales, Claudia atacó. Comenzó a echarle en cara sus más que plausibles intenciones de mantener relaciones con Clara, su amiga.
Luis intentó hablar, exponer su postura, su forma de ver lo ocurrido. No pudo. Fue entonces cuando decidió callar. Aguantó los argumentos basados en frases sacadas de contexto, en suposiciones, en comparaciones…, pues sabía que de nada servía que él narrara el porqué de aquellas palabras o aquellos comentarios, pues ella ya había tomado partido y había acudido a aquella cita para desahogarse y contar lo que le estaba molestando.
A Luis le dolió cuando Claudia le dijo que ahora dudaba de las cosas que tiempo atrás él le había dicho. Todas habían sido sinceras y, sin que ella lo supiera, aún tenían plena validez, pues sus sentimientos, pese al tiempo transcurrido, en nada habían cambiado.
Se quedó con las ganas de decirle que el intento de relación con Clara no tenía los visos y la oscura intencionalidad que ella le estaba dando. Se quedó con las ganas de comentarle que la única pasión que tenía era ella y que, Clara, aunque sonara mal, era solo una excusa para poder acercarse más a ella.
Por esos derroteros fue el café que Luis se tomó conmigo. Descargó, me contó lo que no puedo contarle a Claudia y me soltó las cosas que no se atrevió a narrarle a ella. Quizás lo hizo para desahogarse pero creo que él quiso que yo lo contará. Espero que puedan volver a hablar.
Gracias por leerme.
De todas las alegrías que me brinda, una de las mejores y más placenteras, es poder hablar, hablarlo y oírla…
Conversas sin fin…
De roedó a roedó