«Una reacción insospechada»

«Una reacción insospechada»
Hay reacciones que no podemos controlar

Había escuchado que se estaban dando abrazos a diestro y siniestro. Ella, fría como era, se le erizaban los pelos nada más pensarlo, ¿cómo era posible que en aquel lugar de trabajo la gente se dedicara a abrazarse? ¿Qué modas eran esas de traspasar la fronteras e invadir el espacio vital de otra persona? Nada de aquello cabía en su cabeza.

Se había criado en una familia tradicional, donde las muestras de afecto eran las justas, ni más ni menos; donde los besos y los abrazos se daban solo a los seres más queridos, o en aquellas ocasiones especiales que así lo requerían: una boda o un fallecimiento. En su sentir lo que se estaba proponiendo en la empresa era una falta de decoro y una burla a los sentimientos. No permitiría que aquello siguiera sucediendo. 

Justo en el momento en el que se armaba de valor para ir a manifestar su pesar a la dirección del centro, el gerente de la empresa traspasó el umbral de su despacho. Apenas la saludó con un hola. Cortésmente se acercó a ella y le dijo:

–Eres una más del equipo y vengo a canjear mi bono. No creas que te vas a escapar porque te hayas refugiado en esta cueva tuya.

Ella no supo qué hacer. Aquellas palabras le habían sorprendido tanto que… El abrazo que llegó después la desdibujó aún más. 

La mujer de hielo, como muchos la habían bautizado, se vio sorprendida por la reacción que su cuerpo había emitido al sentir el cálido y agradable abrazo varonil de su jefe. No era verdad que solo se le erizaban los pelos, como ella manifestaba al principio, también se le pusieron de punta los pezones. A partir de aquel momento sus sentimientos, y la forma de ver a su jefe, cambió.

Gracias por leerme.