«Breve tratado: ¡se me va la pinza!, ¡se me va la pinza!, ¡se me…fue!»

«Breve tratado: ¡se me va la pinza!, ¡se me va la pinza!, ¡se me…fue!»
Volver a la calma es lo que busco.

Ya se que no te he descubierto nada nuevo. Con cierta frecuencia se me va la perola y el acelere del día a día se adueña de mi cuerpo. Comienzo a respirar aceleradamente, mi corazón aumenta de palpitaciones…, hasta que los ojos comienzan a sobresalir del cristal de mis gafas. Muchas de mis mañana son así. ¿La culpa?, el querer llegar a todo y faltarme tiempo para hacerlo. 

Pero todos andamos así, inmersos en un ritmo de vida frenético en el que hay días en los que de la lista de tareas que traía de casa no he podido hacer ninguna, porque —tal y como dice una compañera— he estado toda la mañana ejerciendo de bombero: «¡Fuego aquí!, ¡fuego allá!, maquíllate, maquíllate…» (si lo has leído cantando, es porque ya tienes una edad y tienes la cabeza tan ida como la mía. Si no entiendes la broma busca en youtube a MECANO).

Es por todo ello que, tras cantar la canción citada, decido retomar un poco las riendas y ofrecerte (-me) estos breves, tontos y por todo el mundo conocidos, consejos para aflojar el acelere e intentar evitar que no se nos vaya tanto la pinza. A ver si lo consigo.

  1. Contar hasta 10: Créeme, no se hacerlo, al menos con ese objetivo, aunque me consta que hay personas a las que les funciona. Yo no soy capaz de evadirme.
  2. Pensar en otra cosa: Esto sí. Tengo cierta facilidad para soñar así que, cuando me están dando la paliza y noto que se me va acelerando el pulso, en ocasiones, logro alcanzar el botón mute y desconecto la atención. Intentar recordar lo que me dijeron se convierte luego  en un problema, que vuelve a producirme estrés.
  3. Ser objetivo y ver las cosas con distancia: ¡claro!, pero para eso ¡¡¡hay que tomar distancia!!! El ya y el ahora, en el que estamos metidos, sobre todo desde el invento del «guasap» no ayudan mucho.
  4. Comer bien: Ya ves, en esto soy un hacha. Quizás demasiado. Reconozco que cuando ando así, perdiendo la pinza, me da por comer y, claro, eso se nota. 
  5. Salir al campo, a la playa…: Aunque y hace algún tiempo que no lo publico, no hay nada que me relaja más que salir a caminar. Sobre todo por la montaña, ya sabes, «las cabras siempre tiran pal monte». Quizás este sea el motivo por el que me parezco a «Dora, la exploradora». 
  6. Identificar las señales: Esto lo aprendemos desde la escuela de conductores, pues es un poco de lo mismo. Tenemos que aplicar lo que la vida nos enseña, lo que el día a día nos da como bagaje. 
  7. Mantener el buen humor: Fíjate tú que, por suerte, este se me agudiza. Para mi es una buena válvula de escape e intento reírme, primero de mi sombra y luego de todas las payasadas, que digo y escribo. Para muestra este botón. 

No se tú, yo intento aplicarme esta lista. En ocasiones consigo volver a la calma y en otras no. Quizás puedas darme alguno más. Si me lo permites, antes de darte la palabra, me gustaría recomendarte que tengas presente otra idea. 

Cuando haya pasado el momento crítico, cuando tus chacras estén de nuevo en su sitio y la tranquilidad se vuelva a apoderar de tu ser, no olvides felicitarte. Ten presente que lo has hecho bien, y que la próxima vez lo harás mejor. Por último, si tu problema es derivado de relaciones con otras personas, no guardes rencor: no vale la pena. Sólo conseguirás sentirte mal durante más tiempo.

Ahora sí, es tu turno: ¿Qué cosas haces para mantener o recuperar la calma? ¿Aplicas alguno de los consejos anteriores? ¿Qué otro nos recomiendas? ¡¡¡Venga, que estamos esperando!!! No me pongas de los nervios jejejeje.

Gracias por leerme. 

«El batir de tus alas»

Alzar el vuelo, encontrar el momento, disfrutarlo…

Con la llegada de las primeras horas del otoño empezamos a notar cómo los días se acortan. Poco a poco las hojas de los árboles se empezarán a vestir de su amarillo o naranja característico, en señal de despedida de las aves que comienzan su migración. Nada acaba. Una nueva época empieza.

Los que quedamos atrás, atrapados en la vida, en las obligaciones diarias, envidiamos el sonido de ese batir de alas, de ver alzar el vuelo, que nos recuerda épocas pasadas. Ahora es tu momento es el momento de volar. 

Volar, cuando se está preparado, es fácil. Solo es necesario levantar las alas, dar un paso al vacío, cerrar los ojos y…, soñar. Basta con cerrar los ojos y soñar para alzar el vuelo. Si lo haces así, dejando de lado el miedo, la negatividad de los que no se atreven a dar ese salto o los gritos de alarma de los cobardes, podrás alcanzar los sueños de un mundo que acaba de abrirse para ti, en una nueva y maravillosa experiencia vital.

Es el momento de aprender, de abrir muy grandes los ojos y los oídos para empaparte de todo lo que hay ahí fuera. Conocer gentes de muchos lugares, de lenguas y costumbres distintas, visitar ciudades y pueblos cargado con tus libros y mochila, probar comidas, reír, quizás llorar, cantar, bailar y amar. Es el momento de alzar el vuelo. Un vuelo alto.

Por suerte el aterrizaje está asegurado. La maniobra es igual que la del despegue. Estar convencido de tomar tierra, es poner rumbo a casa, escuchar las indicaciones de ese lugar seguro, cerrar los ojos y soñar. Soñar con ese abrazo de regreso, con el calor de los tuyos, los que siempre te estaremos esperando para acogerte y protegerte.

Sueña con tener alas, con verlas crecer, con disfrutar de ellas, con el sonido de su batir…, sueña y lucha por conseguir esos sueños, mientras disfrutas del gran momento que estás viviendo, del que vas a vivir. Porque la vida te ha permitido volar y siempre tener un sitio al que regresar. Te queremos. 

Gracias por leerme. 

P.D. ¡¡¡Cabrito!!!, llama de vez en cuando (jejeje).

«Gente que acompaña el camino»

«Gente que acompaña el camino»
Camino de Santiago

Parece que el día acompaña para caminar. Las nubes tapan ligeramente el sol y el fresco de la mañana anima nuestros cuerpos. De animar el alma ya nos encargamos anoche, dando buena cuenta del Albariño (remedio casero para generar la risa y superar los dolores), la crema de orujo (esencial para desinflamar los músculos) y el licor de hierbas (ayudante en la digestión y coger bien el sueño). 

Cada metro recorrido nos acerca más a nuestro destino y a esas personas que, sin saberlo, se van haciendo protagonistas día a día de pequeños encuentros. 

Tras varios kilómetros de andadura, por ahí ya vemos a «Las Gintonics», dos simpáticas chicas andaluzas que caminan con salero tranquilo, pero que nada más llegar al destino, varias horas después de nosotros, siempre se sientan y se enjuagan el sudor con esa bebida: «¡que argo tendremos que echarnos, pa podé seguí, mi arma!»

Raudos nos sobrepasan «Los antipáticos», una pareja que no da ni los buenos días, así que esperar escuchar de ellos aquello de «¡buen camino!», al segundo día nos damos cuenta de que no sirve de nada. Ellos sabrán. Llegar lo harán como todos, llenos de polvo, pero el de ellos hasta en el alma.

A los que nos gusta adelantar es a «Los chicos y su perro». El cánido, que también porta una pequeña mochila, es más educado que los anteriores y hasta nos acompaña unos metros moviendo la cola, pero enseguida se entretiene, con cualquier excusa, para a esperar a su dueña. 

«El padre y el hijo», los adelantamos ya pasado la mitad del recorrido. Van a su ritmo, sufriendo, sobre todo el mayor. Pero van. Estos, además de saludar, les apetece conversar. Lástima de ritmo.

«Los mejores», a los que les damos las gracias por tantas atenciones, por los buenos momentos, por acogernos y acompañarnos cuando fueron capaces, por los chupitos escondidos en la mochila, por las risas y las preocupaciones, por ser como son: Octavio, Inés, Isa y Santi. Gracias por ser parte de nuestro camino, por la compañía. Sigamos caminando, que aún queda camino.

Gracias por leerme. 

«No me dejas dormir»

Yo solo quería dormir

No se qué es lo que te pasa pero acabas de despertarme. Te noto intranquila, nerviosa, dando muchas vueltas, tirando del edredón, creo que hasta hablas en sueños. Tranquila, no pasa nada. Voy un momento al baño y regreso. Enseguida te acurruco. Intentaremos retomar los brazos del bueno de Morfeo en un momento. 

Los minutos pasan y me doy cuenta de que no hay manera. Sigues despierta y no me dejas dormir. Mantienes los pies fríos y lo que es peor, por mucho que intento apretar mi cuerpo contra el tuyo, para darte calor, vas huyendo y separándote poco a poco de mi. El frio que ahora mismo sientes también me molesta. ¿Por qué me destapas? Así no hay manera de que podamos calentarnos. Así no hay manera de volver a conciliar el sueño. 

Abro los ojos. Veo los tuyos. ¿Por qué me miras? Me sorprendes. Estás radiante. Eres preciosa. El resplandor de tus ojos es casi cegador, con tus grandes pupilas llenas de luz y con la mirada fija en mi. Aún así quiero que me dejes descansar. Lo intento. No lo consigo.

Esto no puede funcionar así. ¿No tienes sueño? Yo me muero de ganas por volver a dormir ¿Quieres decirme algo? La verdad es que yo no tengo ganas de hablar. Me gustaría poder darme la vuelta, cerrar los ojos y recuperar aquel sueño que hasta hace un momento me arrullaba. 

Los minutos pasan. No contestas mis preguntas pero parece que te has dado cuenta. Ahora eres tú la que se acerca. Siento tu aliento en mi cuello, pero en vez de notar el cálido vaho del deseo noto un escalofrío. Me has vuelto a destapar. ¿Por qué? ¡Estate quieta! 

Recoloco el edredón en su sitio. Me acurruco asiendo la almohada con fuerza, como si de un ancla se tratara y tu la marea que quiere llevarme a la deriva.

Parece que tu voz me ronronea, que me canta, ¿me acunas? Por fin me entiendes. Ahora te pones de mi lado. Poco a poco eres consciente de que estas no son horas. De que por mucho que quieras brillar en la noche, y velar por mis suelos, debes hacerlo en silencio, dejándome tranquilo. Me has incordiado, me has desvelado un buen rato, aún así sabes que me gusta verte, que agradezco este rato de tu compañía. ¡Que bella eres Luna llena! Ya me duermo.

Gracias por leerme. 

«Breve tratado: los estornudos, símbolos de la actual pesadilla»

«Breve tratado: los estornudos, símbolos de la actual pesadilla»
¡¡Ayyyyy!! cuídate mucho.

Están tan de moda, sobre todo por el miedo que ahora provocan, que no pude resistirme en realizar una pequeña investigación sobre los estornudos e intentar mostrar alguna de sus curiosidades. 

¿Sabías que la salida del aire puede alcanzar hasta 70 km/h y la saliva unos 7 m de distancia?

Lo más gracioso que me encontré es este video en el que se pueden ver, de manera bastante gráfica,  20 tipos distintos de estornudos.

Creo que todos los que pasamos por esta esquina, en la que a veces alguien también estornuda, sabemos que los estornudos son un mecanismo de defensa, un acto reflejo, que se produce cuando alguna partícula extraña irrita la mucosa nasal. Esto puede tener muchos orígenes: alguna alergia, resfriado, la pimienta… ¡Achís!, salud. ¡Achís!, dinero y… Te jodiste, te faltó uno.

Todo empieza con un leve cosquilleo en la nariz. Intentamos resistirnos, moviéndola como lo hacía Samantha —aquella bruja de la serie de los años… ¡Abuelooooo!—, o intentando pinzar con nuestros dedos las fosas nasales, o… Siempre terminan saliendo. En muchos casos lo hacen de manera explosiva, tengas o no las manos delante —con el consiguiente problema de salivas, babas o mocos.

En cuanto a los tipos de estornudos que hay, cabe decir que son muy variados. Veamos una pequeña colección de los que yo sí que soy practicante:

  1. El explosivo. Viene sin previo aviso. De manera fulminante, con gran estruendo.
  2. El desnucante. Se realiza con tanta energía que la víctima sufre un fuerte movimiento de su nuca pudiéndose producir alguna lesión y la visita obligada al fisioterapeuta. 
  3. El mojante. No da tiempo de pararlo. Todo y todos, los que están delante, sufren el chaparrón.
  4. El pegajoso. Nos da tiempo de situar la mano delante de la boca, pero la cantidad de mocos expulsados hace que no podamos hacer nada más con ella. Salvo ir corriendo al baño, claro.
  5. El asustadizo. Tras varios intentos parece que algo va a estallar. El resultado es un achís flojucho y sin entusiasmo. Como para dentro.

Ahora que nombré la onomatopeya siempre me ha llamado la atención que, según el país en el que estemos, estás son de una forma u otra. Para el caso concreto que nos ocupa he descubierto que en portugués se dice ‘atchim’, en inglés ‘achoo’, en japonés ‘hakashun’, en italiano ‘etciú’… ¡Qué cosas!

Es tu turno: ¿Cómo son tus estornudos? ¿Se parecen a tus orgasmos? ¿Existe alguna relación?… Ya nos cuentas, estamos esperando. 

Gracias por leerme.

PD. Recuerda que por el momento debemos de cumplir las normas así que, si estornudas: mantente en casa, hazlo contra la parte interior del codo, aún cuando lleves mascarilla y lávate frecuentemente las manos. Que la cosa no está como para ir dando hakashunes por el mundo.

«Noche de fin de año»

«Noche de fin de año»
Las esperanzas puestas en el nuevo año, en el nuevo camino a recorrer.

Ya hemos terminado la cena. La sobremesa es agradable, pese a no tener la fiesta que solemos organizar para recibir al nuevo año. 

Por un momento me quedo en silencio y atiendo las palabras de…

—Es bonito compartir en familia y esperar todos juntos a comer las doce uvas —opina la voz interior. 

—Pero qué dices, ¡pringao! —interrumpe otra voz dentro de mi cabeza—, lo que estamos esperando es ver a la Pedroche, con lo buena que esta.

—Bueno, si, vale, es guapa, pero lo más importante es la…

—¡¿Porqué no te callas?! jajajaja, siempre diciendo chorradas.

Levanto mi dedo. Miro para ambos lados y las dos voces callan. Estos siempre andan en una continua discusión. ¿Que quiénes son? Mis dos lados, el bueno y el malo. Es difícil ponerlos de acuerdo. Menos mal que son discusiones internas y que los que están a mi alrededor no los oyen, aunque a veces, cuando me descuido, ven mis gestos hacia ellos.

Comienzan las campanadas.

Empezamos a comer uvas y, con ellas, los deseos para este nuevo año se hacen patentes, con las distintas propuestas que cada uno de ellos.

UNA: Mastico con ganas.

—Ver más a las amistades —dice la una.

—Quiero fiestaaaaaaa —contraataca la otra.

DOS: Hay que ponerle ritmo a la masticación.

—Quitarnos las mascarillas.

—Ponernos antifaz y a bailar.

TRES: Se me acumulan pieles y pipas en la boca.

—Abrazar y besar más.

—Esooooooo toqueteo y libre albedrío, que ya es hora, ¡coño!

CUATRO: El bolo aumenta de tamaño.

—Reir todo lo posible.

—Descojonarnos de la vida, y de mi el primero.

CINCO: Esto no baja.

—Hacer dieta.

—Si, pero entre comilona y comilona.

SEIS: Toso.

—Ir más al gimnasio.

—Y a la playa, al monte, a navegar, a surfear, a…, ¡no pares sigue, sigue…!

SIETE: Sigo tosiendo. Siento golpes en la espalda.

OCHO: Me falta el aire. Ya no oigo ni las voces interiores.

NUEVE: Todo se nubla. Más golpes. Más presión. Menos aire… Unos gritos.

—¡Chachoooooo!

—¡Pero tíooooo!, que coño haces, ¡respira joder!

DIEZ: Siento una presión en el pecho. Algo o alguien me aprieta desde atrás con fuerza.

ONCE: El bolo, ahora convertido en misil de largo alcance, impacta contra la pared contraria. Se queda pegado mientras abro los ojos y veo como resbala poco a poco.

DOCE: Recupero el aire. Mejor me siento. Todos me miran con cara de susto. Las voces retoman la palabra.

—¿Estás bien? Que susto, pensé que…

—¡Capullo!, que casi nos matas.

Un grito rompe el silencio y las caras circunspectas del respetable: ¡¡FELIZ AÑO NUEVO!!

Bueno, parece que en mitad de la historia me atraganté con tanta uva, tanta palabra y tanta tontería interior.

Me consta que no me comí todas las uvas, pero al menos, juntando de un lado y de otro, tengo los doce deseos que me hacen falta para este nuevo año.

Espero poderlos compartir contigo.

¡FELIZ AÑO NUEVO!

Gracias por leerme. 

«Un cuento de Navidad»

«Un cuento de Navidad»
Mesa de Navidad

Su cabeza daba vueltas y vueltas. Con la edad la mente y el físico ya no era igual y todo le costaba mucho más trabajo. 

La mesa estaba adornada, tal y como lo hacía todos los años por Navidad. Siempre sacaba las mejores galas y se pasaba el día organizando la casa para que todo estuviera perfecto, como a ella le gustaba. 

Ya tenía colocado el lujoso mantel verde con florituras, sobre el que distribuía aquella fantástica vajilla decorada con abetos, guirnaldas y bolas de todos los colores. 

La cubertería que usaba era la buena, la de plata, la que hay que limpiar con esmero antes de poner sobre la mesa para que así pueda lucir con todo su brillo. La cristalería, la de Bohemia, que para algo la mantenía limpia y ordenada todo el año en exposición dentro de su vitrina.

El horno llevaba rato trabajando. El pavo, relleno con membrillo y frutos secos al Pedro Ximenez, era la exquisitez que solo preparaba aquel día. Claro está que, además, iba lidiando y preparaba los entrantes, la sopa de pollo, el arroz con verduras, el hojaldre de chocolate y fresas, la bandeja de turrones, polvorones…

Así era ella. Así le habían enseñado y así, un año tras otro, repetía la tradición que tanto le gustaba.

Sentada en su sillón contemplaba el trabajo. Todo estaba listo para recibir a los invitados. Alguien entró por la puerta. Se acercó con una gran sonrisa y le besó la mejilla. Veía como esa persona le decía palabras que, por el tono de voz, ella deducía tiernas y cariñosas, que la devolvieron a la realidad. 

La fantástica cena de Navidad y el bello salón que en su cabeza había organizado se esfumó en un santiamén.

La cuidadora, siempre cariñosa y atenta, la ayudó a incorporarse. Con cuidado llevó a la abuela a la cama y la acostó, no sin antes, darle un beso en la frente y desearle esa feliz navidad que sabía que ella tanto le gustaba.

Gracias por leerme.  

«Mi propio epitafio»

«Mi propio epitafio»
Escribiendo mi propio epitafio no se si podré descansar en paz.

Hace ya unos días anunciaba, en mi cuenta de Twitter, que me apuntaba en otro de esos curiosos retos que inventa la gente deLa Esfera Cultural

En esta ocasión el juego consistía en escribir mi propio «Epitafio Literario» en este enlace podrás leer las bases del concurso—, en tan solo cincuenta palabras. Este que sigue es el texto que presenté:

«La tierra del camino siempre ha llenado mi mochila y botas de experiencias, oportunidades, vivencias y personas interesantes. 

Ahora, convertido en polvo, espero reunirlas a todas ellas alrededor de un fuego, para contar viejas historias, inventar otras nuevas, cantar y echarnos unas risas. Si hay whisky, del bueno, pues mejor.»

Por lo que parece no fue un buen momento para este «singular» concurso. El jurado decidió declararlo desierto, por la escasez de originales presentados y por considerar que los que, como el mío, sí se habían enviado, no tenían la calidad suficiente.

Te contaré un secreto. Me costó mucho escribir ese pequeño texto. No quedó mal del todo, pero sin duda, es un género, si es que puede considerarse así, bastante complicado. Hay que tener en cuenta que, en unas pocas palabras, hay que resumir toda una vida. 

Una vez más agradezco a La Esfera Cultural el esfuerzo que hacen por estas iniciativas. Espero que en el próximo reto tengan mejor fortuna. Este ya descansa en paz. 

Yo, aprovecho para liberar el texto en esta esquina, ya que, al fin y al cabo, estas actividades me ayudan a mantener la llama de la escritura activa y pasar un rato, cuando menos entretenido, aunque sea leyendo lo que he escrito para mi propia tumba. 

Y ya que estamos…, ¿qué te parece si me cuentas qué dirías en mi entierro? ¿De qué te acordarías? ¿Qué añadirías a ese epitafio?

Espero tu participación.

Gracias por leerme. 

«¿Una de viajes o una de soñadores?»

«¿Una de viajes o una de soñadores?»
Atrapar sueños. Qué bonito deseo.

No se si es por culpa de esta situación, o es algo que se repite en todos los grupos de amistades, pero, en mi caso, ya viene siendo habitual que cuando la peña se reúne, en torno a una mesa, un par de botellas de vino y las copas para hacer la digestión, solemos terminar, con cierta facilidad, organizando un montón de eventos.

En esa conversación de sobremesa del pasado fin de semana la historia se nos fue un poco de las manos y terminamos haciendo una lista para todo el año entrante. Por lo menos que la ilusión no nos la quiten. 

Así quedó la cosa:

  • Enero: Excursión en barco. Playa de Antequera.
  • Febrero: Ruta en bici.
  • Marzo: Viaje de esqui. Aprovechando la Semana Santa. ¿Austria, Suiza…?
  • Abril: Fin de semana en La Gomera. Toca ir de pateo.
  • Mayo: Fin de semana en hotel, todo incluido.
  • Junio: Volvemos a montar en Kayak.
  • Julio: Subida al Teide.
  • Agosto: Viaje a Navarra. Multiaventura y ruta gastronómica. 
  • Septiembre: La graciosa, que muchos no hemos estado y hay ganas de sol.
  • Octubre: Ruta del vino Ribera del Duero. Solo adultos.
  • Noviembre: Curso de cata de vino, como ya hemos probado lo bueno…
  • Diciembre: Madrid, por aquello de ver la iluminación navideña, las compras…

¡Menudo planazo! Seguro que te da envidia. Ya te digo que no hay nada como sentarse en torno a una mesa, con un buen grupo de gente soñadora y con ganas de disfrutar de la vida. Ya veremos qué logramos hacer, pero por soñar…

Venga es tu turno. Ya sabes que interactuar en las redes sociales ayuda a que esto se mueva un poco. ¿Eres de esas personas que cada vez que se reúnen proponen grandes aventuras? ¿Dónde te irías de viaje? ¿A dónde vendrías conmigo? ¿Te atreves a lanzarme una propuesta? Igual la acepto.

Gracias por leerme.

«El tipo más triste que conozco»

«El tipo más triste que conozco»
La sonrisa es un bien al que poco caso hacemos.

Agustín lleva tiempo luchando por una sonrisa. Su vida estaba centrada en el trabajo —ahí pocas alegrías recibía últimamente— y en su casa, donde cuidaba de una madre enferma, las labores del hogar… Poco rato tenía para levantar los labios y esbozar una mueca que se pareciera a ese gesto facial que veía en sus compañeros, vecindario… Reír a carcajadas ya era un recuerdo borrado.

Aquella tarde, al salir de la empresa, se distrajo un poco. Sabía que la señora que tenía contratada como auxiliar en casa, mientras él acudía a su puesto de trabajo, hoy le haría una hora más. Se sentó en la terraza del bar de la plaza. Pidió una cerveza, con la intención de dejar pasar el rato, mientras el aire de daba en la cara.

No pasó mucho tiempo cuando, justo en la mesa de enfrente, se sentó una chica. 

Era algo más joven que él: chiquita, rubia, con preciosos ojos y una bonita sonrisa. También pidió una cerveza, pero descartó el vaso, bebía a morro.

No levantó ni un instante la vista de su teléfono móvil. A él ni lo miró, estaba distraída con su pantalla. Agustín no le quitó sus ojos de encima. La observaba con detenimiento. 

Ella movía los dedos rápidamente. Respondía mensajes. Después de cada uno de ellos, esperaba unos segundos, los ojos cambiaban de brillo y hacía una simpática mueca con los labios, tras recibir la respuesta, volvía a mostrar la blanca dentadura, y volvía a escribir. Sin duda alguna su interlocutor hacía que ella sintiera ese cosquilleo que terminaba en aquella preciosa sonrisa que él ya reconocía que era lo que le faltaba.

La chica terminó su bebida, justo en el instante en el que él se levantó de la mesa para volver a ver su sombra gris acompañándole de regreso a su triste vida.

Llegó a casa. Nada había cambiado aunque el recuerdo de la chica de la terraza le hizo plantearse que debía de buscar la manera de cambiar algo en su vida para poder volver a sonreír. Pensó en bajarse alguna App, de esas que tanto se usan ahora, pero en la tienda virtual no encontró ninguna que le convenciera. Ese no era el camino. Tendría que seguir buscando.

Gracias por leerme.