
Unas pequeñas gotas caían sobre su rostro. Contempló su cara en el espejo y puedo comprobar que ya no era «El príncipe de la niebla» que en otros tiempos había sido.
Hacía algún tiempo que se había mudado del que llamaba «El palacio de la medianoche», aquel que había sido su hogar durante tanto tiempo. Su reflejo le devolvió el misterio que las pesadas sombras le atacaban por las noches, pero también, como un pequeño reflejo en la memoria le indicó «Las luces de septiembre», las que siempre le devolvían a los brazos de su «Marina».
En aquel juego, el vaho dejó entrever «La sombra del viento», la que, sin duda, le había brindado la posibilidad de participar en «El juego del ángel», como si de «El prisionero del cielo» se tratara.
Cuando el vestigio de la humedad de la ducha empezó a desaparecer, ausente, comenzó a dibujar con su dedo, sobre la superficie del espejo, el «El laberinto de los espíritus», donde, con el ritual de la «Rosa de fuego», sin duda, podría encontrar a «El Príncipe de Parnaso», que le devolvería el poder necesario para volver a ser quién era.
Una vez terminada la ducha y desaparecidas las alucinaciones, «La mujer de vapor», como le gustaba llamarse, dejó atrás aquellas ensoñaciones, respiró profundamente y se enfundó en su traje de madre, esposa y…, para volar a ser la que se esperaba que fuera.
Gracias por leerme.
PD. Tal y como hice cuando falleció Delibes, o Eduardo Punset, o Juan Goytisolo, hoy he jugado con los títulos de las obras de CARLOS RUIZ ZAFÓN, con el que tantas horas pasé leyendo. Ahora te toca a ti leer su obra. Espero que la disfrutes como yo lo he hecho. DEP.
Leyendo el post, caigo en la cuenta de la cantidad ingente de literatura, en cualquiera de sus manifestaciones, que me falta por leer.
Tampoco me arrepiento, ¡no creas!, en lo que el mundo leía a los clásicos, yo andaba con el clásico Asteris & Obelix, El Tebeo, con su Mortadelo el Sr. Pi., con D. Rigoberto Picaporte, solterón de mucho porte… para acabar en el 13 Rue del Percebe, donde al insigne Manolo García le crecieron los enanos y bailaba con las Gildas compartiendo con Carpanta una lata de sardinas…, no se sabe si de la tienda o del banco canario-sahariano… en fin; ya no tengo tiempo de leer tanto, ahora me limito, como todos, a los WhatsApp de los coleguillas y a los SMS del banco contándote no de no sé qué recibo… cosas cotidianas. ¡Ah! y a componer en el bloguete… no nos olvidemos.