«Tras el espejo»

Había una vez un espejo. Había una vez una niña que atravesaba ese espejo… tod@s conocemos más o menos la historia pero, ¿qué pasaría si el mágico cristal se rompiera? En principio, no cabe duda, Alicia no podría retornar al mundo real. Supongamos, por un momento, que fue eso lo que ocurrió:
El tiempo se detuvo. Alicia no paró de llorar durante días. Cansada del gran manantial de lágrimas que manaba de sus ojos, la reina de corazones, decidió emitir un edicto para que aquel lamento cesara o le cortaba la cabeza. Se equivocó.
El sombrerero loco, con mucho sacrificio, prometió regalarle, a cambio de su silencio, su sombrero de diez chelines y seis  peniques. Pero aún así… continuó.
El conejo blanco, nervioso, como siempre sólo la rodeaba y rodeaba mirando su reloj y repitiendo sin cesar: «¡Dios mío!¡Dios mío!¡Qué tarde voy a llegar! ¡Qué tarde voy a llegar!». No solucionó nada.
Ante tal estrepitosa escena, el gato de Cheshire, decidió volver a intervenir. Esta vez no hizo desaparecer la cabeza, o un pedazo de sí, sino, más bien, todo el cuerpo y el resto del decorado.
Su magia había avanzado tanto que se olvidó controlar la fuerza por lo que, Alicia, ahora, por fin, estaba allí, tras el espejo, plantada en medio de la carretera, con árbol y todo.
¡Casi me mato!, menos mal que conduzco despacio.
(Imagen de: «El País Semanal» nº 1.750. Domingo,  11 de abril de 2010)

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