
Juan es de esas personas a las que la luna le afecta. No es que se convierta en hombre lobo, ni nada de eso, pero sí suele entrar, con cierta facilidad, en una pequeña depresión cuando el satélite terrestre adquiere todo su esplendor.
Aquel viernes quería quedar con Clara, pero con su actual estado de ánimo y tras los últimos intentos infructuosos, no tenía ganas de llevarse otra decepción. Decidió aceptar la invitación de un amigo para pasar el fin de semana en el estudio que tenía vacío; era una oportunidad para aislarse del mundo y desconectar su cabeza.
El lugar era ideal. Un pequeño apartamento con una habitación, un cuarto de baño, cocina americana integrada en el salón y un coqueto balcón con vistas a la piscina comunitaria. ¿Lo mejor de todo? Parecía no haber nadie. El silencio era maravilloso.
La noche del viernes, pese a los efectos de la luna, la pasó tranquilo, salvo por la cantidad de veces que consultaba la aplicación de mensajes para comprobar que, pese a que habían dicho de intentar verse, Clara, no le enviaba ninguna señal.
Engulló cinco capítulos de la serie de estaba viendo en Netflix, a la vez que disfrutaba de una pizza y un par de cervezas. Cuando no pudo más se acostó. Durmió como un bendito hasta ya cerca de las once la mañana.
Tras desayunar no le costó mucho establecer el plan de actividades de ese día: coger el libro, la toalla y tirarse en la hamaca de la piscina.
El sol estaba imposible. Por suerte sabía que en el apartamento había una sombrilla, pero para ir a buscarla debía reunir la fuerza suficiente para levantarse y dejar aquella posición. Una sombra le cubrió la cara.
—Veo que la vida no te trata mal del todo.
Aquella voz le hizo saltar, literalmente, de la tumbona. Clara estaba allí. No sabía cómo, pero estaba allí.
Juan no le dijo una sola palabra. La abrazó con toda la energía con la que la luna lo había recargado, y es que, en ocasiones, ser tan lunático, tiene sus pequeñas recompensas. A ambos les fue imposible borrar la sonrisa de sus caras durante días.
Gracias por leerme.
P.D.: Tras el abrazo, el resto del fin de semana, quedará clasificado hasta más adelante. A no ser que contestes a las siguientes preguntas: ¿Cómo llegó ella allí? ¿Cómo sabía que estaba? ¿Qué ocurrió?…
Quizás te atrevas a imaginarlo.
Demasiadas preguntas para un día que, por estas tierras, andamos de fiesta, la Peña, no es fácil contestar, no, pero se me ocurre que, igual la trajo en el libro o se teletransportó meciéndose en las burbujas de un buen moyate, o algo…, o vaya usted a saber. Lo que ocurriera u ocurriese después, ni a ti ni a mí nos importa un carajo… seguro que lo aprovechó. Yo también iba pa lunático, pero en el embarazo no se emplearon, porque la educación no había avanzado tanto, todos los recursos… seguro que la situación de aprendizaje no reunía todos los requisitos… ¡en fin!, sigo disfrutando el día de fiesta.
Un sincero achuchón ¡¡¡teletranspórtame Sckoty!!!