«Cuestión de suerte»

Rutinariamente, Intercambiaron sus pulseras identificativas. El día que entraron en aquel recinto se les había encomendado, a cada uno, una tarea distinta. Ellos preferían la del otro. A Carl siempre le gustaba, encargarse del huerto y a Hans, su hermano gemelo, le encantaba el olor de los viejos libros  de la biblioteca. Llevaban un año con aquella costumbre, de forma que los guardias nunca se habían dado cuenta.
Al llegar de sus respectivas tareas, recuperaban su identidad, pues Carl, debía recoger las basuras de la casa del General. No quería perdérselo pues se había enamorado de Anna, una de las criadas que atendía las labores de la mansión.
Hoy Carl no fue al huerto, sino a las chimeneas. Nunca regresó. Hans, para no destapar el engaño por miedo a las posibles represalias, a las basuras. Logró huir y, cuestión de suerte, casarse con Anna, la hermosa criada.

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