«Dormida en el sofá»

Hay noches oscuras. No por su propia condición y aspecto, sino por las cosas que nos  ocurren. Anoche fue una de ellas. Despertar de manera brusca y con la certeza de que algo malo ocurre, se hace duro. Despertar con los llantos y los gritos de tu hija, es más duro y oscuro.
Por suerte, tenemos niños sanos, alegres y fuertes ─toquemos madera─ por lo que estas noches no son muchas, pero algún día también toca, es parte de nuestra existencia.
Ahora, la tengo justo enfrente, dormida en el sofá. Acurrucada en su manta. Con la cara de no haber roto un plato en su vida. Parece que no mejora, pero al menos descansa. Mi interior se revuelve; ¿hay algo más duro que ver a la carne de tu carne enferma?

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