«El aventurero»

Su vida era siempre así, arriesgada. Pasaba horas empapado, de arriba abajo, luchando contra el agua, la espuma…, el fuerte viento.
            Empezó a trabajar allí de pura casualidad. Pensaba que era algo distinto, original e incluso divertido, así que, un día tras otro, lo vivía cual aventura intrépida, con su frontal, su impermeable, sus botas de agua…
Había quienes se burlaban de él y no reconocían el esfuerzo que hacía. Pero, ya hacía mucho tiempo, había decidido no prestarles atención y cumplir con su labor y su horario hasta que saliera algo mejor.
En el fondo le gustaba su trabajo. Se hacía la idea de estar en un barco, en alta mar y en plena tempestad, moviéndose de aquí para allá. Oía rugir el viento y la espuma le salpicaba en la boca.
Al terminar su jornada en el lavacoches, agotado y mojado hasta el alma, volvía a casa para descansar y seguir soñando.

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