«Entrenado para matar»

Tenía una posición privilegiada así que su disparo fue único y certero.
Mientras caminaba, a la búsqueda del cadáver, una mujer, cubierta por un largo y tupido velo negro, a la carrera se adelantó. Asió el cuerpo entre sus brazos y con movimientos balanceantes comenzó un doloroso lamento lleno de llantos, gritos y oraciones. Un extraño escalofrío recorrió el cuerpo del soldado. Su temblor se volvió angustia:
─¿Qué haz hecho? ─le interrogó la mujer en un idioma de difícil comprensión para nosotros.
El soldado dubitativo no cabía en sí, quería morir. Se arrodilló. Puso su mano asesina sobre el cuerpo inerte y dijo:
─Yo, cumplía órdenes y él…
─¿Él? ¡era tu hermano!
─¡Era un terrorista! Lleva una bomba pegada a su cuerpo.
─No ─dijo abriéndole la chaqueta de pana polvorienta y roída por el uso de los años─  había robado pan; lo llevaba a casa para alimentar a tus hijos.

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