![]() |
Extraído, sin permiso, de San Google |
Se dirige a la jaula de los leones para demostrarles cuánto se equivocan. Carlos, aunque está convencido de lo que va ha hacer, se acerca a la puerta con cierto resquemor. La fiera lo mira deseosa. Estira sus patas, emite un leve gemido y se relame con ímpetu ante la presencia cercana del chico.
Desde las gradas, los escandalosos babuinos, chillan y vitorean a Maxi. Está claro que han apostado por la fuerza de las fauces, cinco a uno, contra las caricias del muchacho.
Carlos abre la reja y entra. No pierde de vista los ojos del animal, cree poder controlarlo.
Maxi ruge, como tantas veces. Hace temblar al graderío. Los monos contienen sus alaridos a la espera del derramamiento de sangre. Maxi salta. Carlos grita. El león, panza arriba, disfruta las cosquillas como un minino cualquiera. De todos es sabido que los leones no pican entre horas.
Bueno es saberlo… lo digo por los leones de «a diario».
Quizás esos sean más peligrosos.