
Foto sacada con mi móvil.
Llevaba un buen rato con el grifo abierto, las manos posadas sobre los laterales del lavamanos y la mirada perdida en el interior de su propio ser, ahora reflejado en el espejo del cuarto de baño.
Cuando volvió en sí se percató de que su mente hacia rato que se hacía las mismas preguntas, sin encontrar las ansiadas respuestas.
Con calma y regocijo, utilizando las dos manos, se lavó la cara en un intento de despejar alma y mente. Con cautela, se secó la cara, recreándose en el detalle de cada arruga, con la misma delicadeza con la que se limpia un jarrón de quebradiza porcelana china.
Cuando por fin terminó la operación, cerró el grifo y con él el escape de remordimientos y negros pensamientos que manaba de su cabeza.
Su mirada volvió a chocar con la imagen que le reflejaba el espejo. Giró su cuerpo y del perchero eligió la cara con la que iba a pasar el día. Volvió a elegir la de hipócrita.
Y tú, ¿qué cara llevas hoy?
Gracias por leerme.
Lo siento, mi cara no está en la colección… hoy llevo la de «san viernes bendito» como corresponde a los que «curramos» y ojo, digo curramos, de lunes a viernes. ¿La tienes escondida o no te interesaba ponerla por si? Un achuchón, roedó de la circunstancia.
Tu cara siempre estará presente. Mardito roedó
Procuraba no escoger nunca la cara feliz, sí, la cara aquella de una amplia boca que se levantaba en los vértices como alas de mariposa, la cara de dos contundentes mofletes sonrosados coronados por dos hileras de pestañas negras que remataban la faz con una frente lisa y amplia de miras.
Esa cara era la que tantos, y él mismo, deseaban pero a la vez se sabía que exigía un impuesto al que muy pocos se aventuraban
Precioso remate para un texto. Que grande eres.