«Un cuento de Navidad»

«Un cuento de Navidad»
Mesa de Navidad

Su cabeza daba vueltas y vueltas. Con la edad la mente y el físico ya no era igual y todo le costaba mucho más trabajo. 

La mesa estaba adornada, tal y como lo hacía todos los años por Navidad. Siempre sacaba las mejores galas y se pasaba el día organizando la casa para que todo estuviera perfecto, como a ella le gustaba. 

Ya tenía colocado el lujoso mantel verde con florituras, sobre el que distribuía aquella fantástica vajilla decorada con abetos, guirnaldas y bolas de todos los colores. 

La cubertería que usaba era la buena, la de plata, la que hay que limpiar con esmero antes de poner sobre la mesa para que así pueda lucir con todo su brillo. La cristalería, la de Bohemia, que para algo la mantenía limpia y ordenada todo el año en exposición dentro de su vitrina.

El horno llevaba rato trabajando. El pavo, relleno con membrillo y frutos secos al Pedro Ximenez, era la exquisitez que solo preparaba aquel día. Claro está que, además, iba lidiando y preparaba los entrantes, la sopa de pollo, el arroz con verduras, el hojaldre de chocolate y fresas, la bandeja de turrones, polvorones…

Así era ella. Así le habían enseñado y así, un año tras otro, repetía la tradición que tanto le gustaba.

Sentada en su sillón contemplaba el trabajo. Todo estaba listo para recibir a los invitados. Alguien entró por la puerta. Se acercó con una gran sonrisa y le besó la mejilla. Veía como esa persona le decía palabras que, por el tono de voz, ella deducía tiernas y cariñosas, que la devolvieron a la realidad. 

La fantástica cena de Navidad y el bello salón que en su cabeza había organizado se esfumó en un santiamén.

La cuidadora, siempre cariñosa y atenta, la ayudó a incorporarse. Con cuidado llevó a la abuela a la cama y la acostó, no sin antes, darle un beso en la frente y desearle esa feliz navidad que sabía que ella tanto le gustaba.

Gracias por leerme.  

1 comentario en “«Un cuento de Navidad»

  1. En ese beso, estoy seguro, se atesoran todos los recuerdos, los momentos compartidos, las emociones, el verdadero sentido de la vida. Y quien dijo que los sueños no son parte de nuestra realidad? Quizás sean la única verdad, porque en el momento de soñarlos cobran vida.
    Un abrazo amigo.

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