«Breve tratado sobre El Carajo. Un buen lugar donde reencontrarnos»

«Breve tratado sobre el carajo. Un buen lugar donde reencontrarnos»
¡Al carajo! Dicen eso y te mandan para allá arriba.

Espero que alguna vez te hayan mandado al carajo. Si no es así no tiene sentido que hoy pases por esta esquina. Igual te mando yo. Mira que últimamente tengo cierta facilidad. 

Pero, ya que te quedas, porque la curiosidad te pica, te cuento. El carajo y yo somos grandes conocidos. He estado de visita muchas veces. No me importa reconocerlo; pero también han sido muchas las ocasiones en las que he aumentado la población de tan, en principio, poco coqueto sitio. Una de ellas muy recientemente. Ayer.

Al parecer hay una pequeña teoría —y así puedes descubrirlo si navegas un poco por internet— que pretende situar el origen de «el carajo» en lo más alto del palo mayor de los barcos de vela. De esta manera, «el carajo» se convertiría en sinónimo de «cofa», es decir, el lugar en el que se colocaban los vigías en los antiguos navíos. Pero este aspecto no está recogido por el Diccionario de la Real Academia de la lengua y, tampoco aparece en el Diccionario marítimo de la Armada Española.  

Visto así, la definición de carajo está más encaminada a expresar el rechazo que se tiene por una persona, una idea, un comentario…, que a un sitio físico.

Aún de esta manera, y creo que puedes estar de acuerdo conmigo, «el carajo», parece tener longitud y latitud, aunque no con coordinadas exactas. Cuando mandamos a alguien al carajo, sabemos perfectamente dónde lo enviamos. Queremos perderlo de vista, alejarlo de nuestro campo visual, al menos por una temporada. Ya veremos si lo dejamos o no regresar.

Es por todo ello que «el carajo» debe, como manifestaba al comienzo, de no ser un lugar tan despreciable. Al fin y al cabo, hay mucha gente por allí y, aunque habrá de todo, y para todos los gustos, sin duda se deben de montar buenas parrandas, entre las gilipolleces que suelta una, las perogrulladas del otro y el pifostio —vale aún no está en el diccionario, pero sí se reconoce como término coloquial—, que entre todos organizan.

En fin, que me voy ya «pal carajo», antes de que empieces a reclamarme para que entre en detalle sobre la acepción que también le da la RAE —y por cierto en primer lugar— como término para definir el miembro viril.

¿Has mandado mucha gente al carajo? ¿Te han mandado alguna vez? ¿A que sienta bien mandar a alguien al carajo? 

Gracias por leerme.

4 comentarios en “«Breve tratado sobre El Carajo. Un buen lugar donde reencontrarnos»

  1. ¡Pues sí!, algunas veces, no sé, no sé, pero me da que hasta tú has tenido el placer de hacerlo, claro que habría que mirar bien la historia…
    De todas formas, la próxima la haces sobre la palabra «tolete», que de bobilín hasta miembro…, tiene un largo recorrido de acepciones, en fin, el suyo propio es el de ser el pequeño palito donde se engarza el remo de las embarcaciones pequeñas con la finalidad de que el remo no se caiga al agua y poder sacarle todo su provecho… luego, luego… totorotas… por ejemplo.
    ¿Ok mardito roedó?

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