Entre los misterios y leyendas que se oyen en las montañas, es sabida la que narra la existencia de un bípedo gigante conocido, entre otros nombres, por el de «El hombre de las nieves».
Según viajes a un sitio u a otro, el misterioso ser recibe diferentes denominaciones: Yeti, Bigfoot, abominable hombre de las nieves…
Como bien sabes —y si no lo haces ahora— estos pasados carnavales los pasé, como suelo hacer en los últimos diecitantos años, en la nieve.
El otro día, perdido por esas montañas penínsulares, estaba esperando en el punto de reunión, a que llegara la monitora de la pequeña de la casa cuando mi hija me hace fijarme en el ser que se aproximaba hacia nosotros. Me llamó mucho la atención. Su presencia me hizo asemejarlo a ese extraño personaje.
El que yo he encontrado por esos lares, no tiene mucho que ver con los otros bípedos que he comentado, salvo por la cantidad de nieve que, a modo de experiencia, tiene acumuladas entre los pliegues de las arrugas, este, sin duda, es humano.
Por lo que me pude imaginar era un señor que debía acosar los ochenta inviernos. Con pelos y arrugas del mismo color del manto que tenemos bajo nuestros pies.
Iba todo vestido de negro, con botas impermeables de alta gama, abrigo, gorro de montañero, mochila a la espalda y dos bastones sobre los que sostenerse.
Su paso lento, muy lento. Parece que luchaba contra una ventisca inexistente, más que en su propio cuerpo, que no le deja avanzar más rápido. Pero ahí va, paso a paso sobre la nieve, seguro.
Lo vemos acercarse poco a poco, casi en cámara lenta, pero de una manera decidida y sin levantar los ojos del suelo. Sin duda disfruta del paseo, de ver a la juventud, de la nieve, del momento… Mi hija aprieta mi mano.
Los esquiadores pasan por su lado a toda velocidad, lo rodean, él no les hace caso y sigue en su avance sin importarle nada.
Al llegar a nuestro lado Sara dice que le da pena verlo así. Él, como si la hubiera oído, gira la cabeza para sonreírle. No se para, sigue caminando. Pero yo, lo tengo decidido, cuando sea mayor quiero ser como él. Quiero convertirme en un hombre de las nieves.
Gracias por leerme
Lo que te faltaba paisano… su nombre le viene, a ver si te enteras de una vez, de que era el que se encargaba de ir a buscar el hielito para los cubatas… mardito roedó…
Jajaja ya me parecía a mí que la cara me sonaba. Pues nada, que traiga más que la próxima ronda la pago yo. ¡Será por dinero! Mardito roedó.