«Chocolate sabor a menta»

«Chocolate sabor a menta»

La boca de Clara tiene un maravilloso sabor a chocolate y menta. O, al menos, eso dice Raul. Además, la chica, afirma que desde que era pequeña, todo en su casa tenía que ver con ese maravilloso producto. De hecho en su hogar siempre decían que tenía un corazón con forma de delicioso bombón listo para amar. Así está él, loco por besar esos labios sabor con ese apasionante regusto.

Otra preciosa característica de la personalidad de Clara es la increíble luz que tiene en su mirada. Con ella ha llenado de ilusión, claridad, sinceridad y entusiasmo los ojos y el corazón de Raul, que, atraído por ella, siempre la mira a escondidas o de reojo.

Muchas veces, cuando se despiden, el primero que se marcha de los dos, tiende a girarse, para comprobar si la otra persona lo observa. Lo hacen. Ambos lo hacen. Ambos se miran y desean. Entonces se sonríen.

Hoy, el sabor de los labios, ese con efecto de chocolate y menta, el mismo que endulza la vida, que ya bastante amarga resulta, junto con la dulce y tierna mirada de ella, componen los deseos que ambos tienen de besarse. 

Los dos se miran. Funden sus cuerpos en uno solo. Se entienden como un amor que les llena el alma, distinto a otros, alucinante e increíble, como es el chocolate relleno de menta.

Se reconocen como un sabroso amor, una pasión, una lujuria, una vuelta a la ilusión, un bombón relleno de esperanza. Por eso se acercan el uno al otro. Por eso, los que somos espectadores de los acontecimientos, nos quedamos embobados intentando descubrir cómo, el sabor a chocolate con menta, deja ese formidable regusto que hace que cada beso que se dan es un deseo apasionado, dulce y tierno, distinto e inigualable que constantemente desean continuar. 

Misterioso sabor. Amor que extraño.

Gracias por leerme.

«La última persona del día»

«La última persona del día»

Hay días que son más normales que otros. También suceden cosas extraordinarias esos días distintos.

Aquella espléndida mañana los dos amigos, Elena y Javier, habían quedado para desayunar. Ella, que siempre apura el tiempo al máximo, llegó un poco tarde. Nada más sentarse en la mesa le llamó la atención el semblante triste que Javier transmitía. Con cariño, antes de preguntarle qué le pasaba, puso su mano sobre la de él. Sin saberlo, de aquella forma tan sencilla, surgió una asombrosa historia de amor y dedicación.​

La relación que mantienen era complicada. Son amigos, muy amigos, muy buenos amigos, y así debe ser pero, la unión que tienen y la atracción que mantienen el uno por el otro, es tan potente que la lucha interna entre los dos sentimientos, siempre les arrastra hacia un abrazo, un beso, una mirada cómplice, palabras de deseos…, arrepentimiento, dolor, culpa… 

Intentan pasar horas juntos. Hablan de muchas cosas, e increíblemente coinciden en muchas de ellas de una manera asombrosa, en ocasiones hasta en la ropa, comparten todo lo que les ocurre, confían plenamente el uno en el otro. Se complementan. 

Cuando están juntos las horas pasan volando. Siempre haya un nuevo tema para hablar, una conversación pendiente, un cuchicheo que contarse, un sentimiento que compartir, una sorpresa preparada, una rica comida, un delicioso chocolate que compartir, un buen pretexto para volverse a ver. 

En muchas ocasiones, tras pasar un buen rato juntos, se vuelven a hablar por la noche por whatsapp y ahí se mantienen durante mucho tiempo hasta que uno de los dos cierra la conversación agotado y superado por el cansancio. 

Se han convertido en las últimas personas del día con la que quieren estar, el último sueño al que aspirar cada día: continuar una vida juntos, en la que siempre estaría presente aquella potente amistad, la comprensión, los cuidados, la conversación constante, los mimos y las ganas de conseguir ser y estar juntos.

Gracias por leerme.

P.D.: A partir de aquellos instantes de complicidad, de la búsqueda del sueño, Javier jamás volvió a tener los ojos tristes, le bastaba verse reflejado en la mirada que Elena le dedica.

«El beso que todo lo sana»

«El beso que todo lo sana»

Es un momento extraño, de una paz tensa. Hace apenas un breve instante aquellos dos cuerpos temblaban enojados. Usaban un lenguaje muy contrario al actual. Discutían.

En el momento actual están calmados, muy pegados, como casi siempre que tienen oportunidad de estarlo, aunque Julia siempre es la que más se resiste a estar así. Juan lo sabe y por eso busca la forma de calmarla. Ambos intentan disfrutar de este instante de calma, después de la tormenta, que ambos definen y reconocen como difícil.

Tienen las miradas fijas el uno en el otro. Acaban de discutir por una tontería y las palabras se les han ido un poco de los labios, escapándose, incluso, alguna frase hiriente. No les gusta estar así. Se han dado cuenta. 

Juan ha colocado su mano derecha sobre el pecho de Julia y ahora respiran. Lo hacen juntos, acompasados, completándose, unidos en el equipo que saben que forman.

Juan eleva su dedo índice buscando que la yema toque el borde de esa boca maravillosa que tiene Julia. Lo consigue. Ella no ofrece ningún rechazo, todo lo contrario, le gusta que él haga ese gesto, pues lo reconoce como un acto de amor. Entonces pasea su dedo bordeando la carnosidad. Para Julia, ese dibujar de sus labios la desconcentra, acelera, excita y descoloca en un santiamén. Le gusta que así sea.

Julia entreabre su boca, como si aquel gesto fuera la primera vez que lo recibe. Aspira una gran bocanada y libera un ligero suspiro. Cierra los ojos. Se deja ir. Siente cómo su cuerpo empieza a dar pequeños espasmos, fruto de la excitación que va en aumento. 

La discusión acaba de deshacerse por completo y todo ha vuelto a resetearse. En su boca empieza a nacer el deseo. Él, sabedor de lo que ocurre, lejos de alejarse se acerca un poco más e introduce el índice en la boca de su amada. Ella lo chupa con deseo. Lo muerde con dulzura devolviendo el dibujo con el juego que su lengua acomete a su alrededor. 

Julia abre los ojos para volver a encontrar la profundidad de los de Juan. Ambas respiraciones se aceleran confundiéndose la una con la otra. 

Las bocas no tardan en encontrarse y la lucha comienza en los labios queriéndose morder, chupar o aspirar. Las lenguas se funden en una y originan otra particular batalla, como si fueran dos potentes brazos que echan su propio pulso, lejos de lo que ocurre en el resto del cuerpo. Eso es imposible. La situación es vieja, conocida por ambos. La excitación les puede. El anterior silencio se ve roto por los pequeños gemidos y soniquetes fruto del roce de sus labios, pieles y manos.

Es el momento que Juan esperaba para realizar el otro gesto que a ella tanto le gusta, hundir sus manos entre su cabello, acariciar la profundidad de su cráneo, mientras sus labios no dejan de besarse. 

Ahora la saliva ya es solo una. Ya no queda ni rastro del enojo inicial, aunque mantienen el temblor de sus cuerpos, eso sí, de manera distinta. Ese beso es sanador.

Gracias por leerme.

P.D.: Feliz día internacional del beso. DISFRÚTALOS, si puedes.