«Los suspiros son aire y van al aire»

«Los suspiros son aire y van al aire»

Se le acaba de emocionar el alma. De su boca se escapó un enorme suspiro que, como decía el mismísimo Bécquer: «Los suspiros son aire y van al aire…». 

Pero los suspiros son algo más, algo más que aire insuflado que se acompaña de un pequeño gemido liberador. Los suspiros son sentimientos, estados de ánimo que dejamos escapar para calmar el interior. A ella le sorprendió escucharlo. Algo le pasa.

Con sumo cuidado para no sobresaltarlo se giró. Contemplarlo e  intentar comprender aquellos sentimientos, aquellos suspiros, era un verdadero placer. Lo era para ambos, aunque en muchas ocasiones se miraban sin que el otro lo supiera. Les gustaba hacerlo mientras se acariciaban, o cuando se hablaban en susurros, aunque estuvieran solos y nadie les escuchara. Acariciarse era uno de los placeres que ocurría siempre que estaban juntos.

En aquella ocasión quería volver a mirarlo por si aquello fuera uno de esos espejismos que ocasiona llevar tiempo en la duermevela. Sonrió. Era verdaderamente increíble sentir su cuerpo tan cerca, tan pegado. Otro suspiro de placer llenó el momento.

Abrió un poco más los ojos. Aún no sabía si aquello era real o seguía soñando con estar con él, aunque solo fuera esa noche. Aprovechó para contemplar los hombros que tanto le gustaban. Acariciarlos. Se arrimó. Pegó su cuerpo con cuidado y colocó la mano, ahora caliente, pues cada vez que estaba con él lo estaban, en su brazo. 

Una vez más inhaló su aroma corporal. Aquel perfume que él utilizaba la volvía loca. Él también la miraba. Su mano fue directamente a acariciar su rostro. No hacía falta decir nada, sabían lo que sentían y aquellos momentos lo aseveraban. Ella lo atrajo hacia su pecho, justo al lugar en el que a él le gustaba perderse y posar su cabeza mientras la acariciaba. Colocó su mano en la nuca y se lo dijo: «No suspires, estoy aquí contigo. Siempre estoy».

Gracias por leerme.

«Repartir cartas sin marcar»

«Repartir cartas sin marcar»

Una timba de póker no es terreno suave sobre el que lidiar. Barajar las cartas con soltura, intuir qué lleva el contrario, conocer qué hay en la mesa y qué cartas quedan en la mazo… Desear que las cartas no estén marcadas, y si lo están poderlas descifrar. 

Parece mentira pero así es la vida misma. Una partida de cartas en la que, nada más nacer, se nos reparten unas cartas, las otras se harán a suerte a lo largo de las jugadas.

Todo empieza barajando. A cada uno de los jugadores se les reparten dos cartas. Nada más tenerlas empieza el envite. Cada persona debe tomar sus propias decisiones. 

En ocasiones, según lo que tengas en la mano, tu experiencia, tu atrevimiento, tu osadía… lo mejor es parar. En otros momentos debes lanzar un farol, subir la apuesta o mantenerte en tu sitio para que los que te rodean se acobarden, se rajen y tú seas el ganador. La clave está en saber jugar, con lo que tienes en la mano, y que la suerte te acompañe. 

Pero la vida es como el póker, injusta. 

Hay personas que sus dos primeras cartas ya vienen con pareja de ases o de figuras. Tienen serias probabilidades de triunfar. Es cuestión de esperar y darlo todo para dar el golpe final. De estos los hay que esas cartas vienen marcadas, y ya se sabe que las recibirán, ese es otro cantar.

Otros entran en juego con una simple pareja, pero con algo de esperanza pueden llevarse la partida, al conseguir una escalera, un full…

Muchos comenzamos el juego con pocas esperanzas de ganar, pues nuestras cartas son distantes y no parecen casar. Pero aquí está la riqueza de la vida y del propio póker. Desear que las cartas que nos han repartido no estén marcadas y tengamos alguna oportunidad, es jugar con paciencia y convicción, buscar la jugada correcta que nos lleve al final. Al éxito que cada uno de nosotros busque.

Así que aquí estamos, jugando esta partida que no sabemos cómo terminará, pues nunca conocemos si tenemos la mano ganadora, hasta que el último de los jugadores muestre sus cartas. 

Mientras esto ocurre disfruto de la partida. Me gusta mirarte, pensar las cartas que tengo en la mano, intentar adivinar cuáles son las que llevas, estudiar tus gestos, comprobar que te muerdes el labio por los nervios, ver tu apuesta, superarla…, pues sinceramente creo que merece la pena jugar por nuestra vida. 

Gracias por leerme.

«Las llaves de Jose»

Las llaves de Jose

Hay llaveros que parecen pesados ramilletes metálicos difíciles de manejar. Otros, por el contrario, son portadores de pequeñas almas en pena que carecen de importancia, salvo por la importancia de las posesiones que protegen.

Las llaves, y las cerraduras que guardan, eran el gran placer de Jose. Siempre cargaba su manojo a todas partes. Cada vez que lo usa, se queda ensimismado con el tintineo que hacen las llaves al pasear con ellas colgando de la mano. Para él, el pequeño roce que produce el frío metal con en sus dedos, cuando las hace girar, es un placer solo superado por el de sus dedos sobre un pecho de mujer.

Así va por el mundo, disfrutando del tintineo, y cargando el peso de cada vez más llaves. 

Jose vive en un piso sencillo, por lo que, muy probablemente, con portar tres o cuatro llaves le bastaría para satisfacer sus necesidades de guarecer sus propiedades. No es así, para él nunca son suficientes.

Los del barrio le preguntan para qué quiere tantas. Lo miran y se ríen. Él calla. Otros se acercan y le regalan aquellas que ya no usan. Jose las acepta y las incorpora a su, cada vez, mayor anilla.

El día que conocí a Jose lo descubrí sentado en el suelo del portal de su casa. Había sacado todas las llaves del gran llavero y parecía que les hablaba mientras las reordenaba por tamaño, forma, número de dientes… 

Para mi, aquello no tenía ningún sentido pero, tras saludarme, y ver que le estaba mostrando cierto interés por lo que hacía, me miró y argumentó su vicio: «Hay llaves que abren vidas, ¿me dejas pasar?»

Gracias por leerme.

«Hora de acurrucar silencios»

«Hora de acurrucar silencios»
Hay silencios que dicen mas que muchas palabras.

Cada una de ellas salió de su casa con una excusa distinta. El destino quería que aquella noche el encuentro fuera sin esperarlo, por casualidad. A veces es así como mejor salen estas cosas.

Caminaron juntas por la calle. La noche cerrada hizo bajar la temperatura por lo que las dos se aferraron al brazo cálido de la otra. 

Los coches estaban en direcciones contrarias, pero sus pies caminaron juntos. El pacto era sencillo: «Me acompañas al mío y yo te alcanzo al tuyo».

La cháchara comenzó con risas, las mismas que se traían por el camino que ya habían recorrido; y no me refiero al de la calle que acababan de caminar, sino al de los años que llevaban juntas.

Sentadas en el interior del coche las dos amigas estuvieron un rato largo hablando de sus cosas. El trabajo ocupó un pequeño espacio de tiempo, los hijos otro, pero las parejas la gran parte de la conversa; y no porque quisieran ponerlos verdes. Cada uno de ellas era distinto a la otra, pero la costumbre hacía que siempre terminaran hablando de lo mismo. La una alababa la pareja de la otra, pero al final ninguna estaba segura de querer cambiarla.

Ella, no importa cual de las dos, comenzó a llorar. Ella, la otra, la atrae con dulzura hasta sus brazos. La aferra. La acurruca, protegida con cariño entre sus brazos. La deja que llore. Sabe perfectamente, pues le ha pasado en alguna ocasión, que hay palabras y sentimientos que no salen, que son como fuegos internos que queman, pero que taponan las vías, y que ahogan, y que duelen, y que no se sabe cuándo o cómo van a salir. Ahora necesita llorar. No le apetece contarlo.

Ella, la otra, no pregunta. Sabe que aún no es el momento de ser contado. Recuerda lo que, según dicen, una vez dijo Gabriel García Marquez. Decide cumplirlo. «Y si un día no tienes ganas de hablar con nadie, llámame, estaremos en silencio.»

Gracias por leerme.

«La nueva casa»

«La nueva casa»
En casa siempre hay una esquina que…

Como en los cuentos, hay casas que parecen estar hechas de chocolate, galletas y fruta escarchada. Así era la suya, la que había construido con tanto esfuerzo y dedicación, soñando con aquel sillón, aquella mesa o esa estantería.

Por fin había juntado todas las piezas e Isabel ya dormía en ella. Pero no todo el camino que había recorrido hasta allí era sabroso y apetitoso. El tiempo que le había llevado conseguir su objetivo, estaba cargado de grandes lotes de salazón, acidez y sin sabores.

Aquella noche, cuando por fin pudo cerrar la puerta y sentirse a resguardo en su nuevo hogar, las estrellas dieron un nuevo brillo. Al pasar la llave respiró hondo. No contó su historia a nadie, pero el suspiro de satisfacción que emitió llegó hasta más allá de su propia galaxia, llenando el cielo de una nueva ilusión.

La puerta que cerraba era, en realidad, una nueva apertura, un nuevo comienzo del que esperaba toda la felicidad que una persona puede desear. Su nueva casa era un símbolo, un nuevo campo en el que comenzar a luchar cada una de las nuevas batallas que la vida le deparaba,

Ya segura, y acostada en su cama, otro suspiro, antes de cerrar los ojos, llenó cada una de las estancias de su nueva casa. Pero esta vez el hálito no era de ella.

Las estrellas le habían devuelto la ilusión que ella misma había manifestado y, del otro lado de aquellas paredes de golosina, otro espíritu luchador, que había intuido la tranquilidad que ella sentía ahora mismo, le enviaba, en forma de deseo de buenas noches, un halo de energía para poder ayudarla a recargar su potente fuerza. 

Como en los cuentos, hay casas que parecen estar hechas de chocolate, galletas y fruta escarchada, porque hay personas que merecen que la vida las trate con dulzura; que los abrazos, besos y arrumacos que reciban, aunque sean desde la distancia, sepan a canela, azúcar, regaliz…, con los que llenar paredes, puertas y ventanas de su casa, de cariño, paz y felicidad.

Gracias por leerme.

«Virus me visita de nuevo»

«Virus me visita de nuevo»
Menuda carga.

No es la primera vez que Virus viene de visita —En esta ocasión me cogió desprevenido y, en esta otra, un poco más relajado—. Siempre lo hace de golpe, sin avisar, entrando por debajo de la puerta como si esta fuera su casa. ¡Menuda desfachatez! 

Lo peor de todo no es que no hay más remedio que convivir con él. ¡No!. Lo peor, sin duda alguna, es que una vez dentro, aposentado, se empeña en querer salir.

Cuando esto ocurre, su intento de escapar, ya no es por una rendija de una ventana, o por el ligero vano que queda entre la puerta de casa y su marco. ¡No! El quiere fugarse por los orificios corporales, a toda costa, sin pedir permiso, a lo bestia.

Virus es así. Impredecible. Los que ya empezamos a peinar canas no olvidamos, con cierto resquemor y asco, a la niña del Exorcista. Recordamos como aquella jovenzuela —si no tienes tanta memoria, pinchando aquí podrás encontrar un buen resumen— lograba dar vueltas a su cabeza, soltar una tira de improperios, mientras subía por las paredes, a la vez que de su cuerpo salía un líquido verde que… —¡Vale, vale!, mejor no sigo, por este camino. Ya sé que sabes de lo que estoy hablando—. 

Pues Virus se parece mucho, por lo menos en ese tono aceitunado de hacerse visible, a ese ser que habitaba en el interior de Regan, y que tanto nos asqueó y tan bien recordamos a todos los que hemos visto la película.

Así que nada. En esas he estado. Ocupado en atender a este «inquilino inesperado» que tantos mal sabores deja.

Gracias por leerme. 

«La caja de bombones. Un solitario cuento de Navidad»

«La caja de bombones. Un solitario cuento de Navidad»
¿Te apetece un bombón? llámame jejeje

Son muchas las veces que María abrió aquella caja de bombones sin tocar ninguno de ellos. Cada vez que lo hacía recordaba a Forest Gump repitiendo la célebre frase: «La vida es como una caja de bombones, nunca sabes lo que te va a tocar». 

Pero era Navidad. Estaba deprimida. Necesitaba algo que la estimulara para olvidar su soledad y aquella triste estancia en el salón, del pequeño apartamento ocupado, en la planta baja de la casa de sus padres. Se decidió. Al fin y al cabo los bombones eran de ella y siempre dicen que el chocolate le sube el ánimo a cualquiera.

El primer bombón que se llevó a la boca le sorprendió. Le supo a beso. A esos labios cálidos que andaba buscando y que, hasta el momento, no se había atrevido a descubrir. No se conformó.

Cogió otro de aquellos bombones. Lo disfrutó sobremanera ya que, al estar relleno de crema de cacahuete, le rememoró un potente abrazo. Ese que llevaba tiempo deseando y que, por su indecisión, no había recibido. Quería más.

Tras media caja devorada, descubrió que el siguiente de aquellos bombones le sabía a lujuria. El siguiente bombón que tomó, le supo a deseo. Otro a desenfreno. El otro a… Cerró los ojos y disfrutó de aquello lo que, en persona, no se había atrevido a solicitar. Al fin y al cabo, era Navidad.

Volvió en sí tras encenderse las luces del árbol, gracias al interruptor programable que tenía colocado.

Tras terminar toda la caja, saciada de bombones, con el estómago lleno, descubrió que el protagonista de la película tenía razón, los chocolates estaban llenos de sorpresas. Pero ella seguía sin encontrar la fuerza que necesitaba para coger el teléfono y llamar al bombón que le faltaba para empezar a sonreír y pasar una verdadera Navidad. Aquel año seguiría sola, aunque entre sus deseos de año nuevo

Gracias por leerme. 

«En plan latiguillo castigador»

«En plan latiguillo castigador»
En plan esperando a que pase el tiempo

Hoy estoy en plan criticón. Es decir que tengo ganas de no sé, ponerme en plan pesado o solo en plan…, ya sabes…, juguetón con las palabras.

Esta muletilla, «en plan», que parece ser la más usada actualmente, en plan para todo, me tiene muy cansado. Se escucha por todos lados, no solo a los adolescentes que la usan en plan genérico, sino también a los adultos que se les empieza a pegar, en plan gracioso, y que repiten en plan sin darse cuenta, hasta la saciedad.

Mis hijos la usan. Mi alumnado la usa. Ayer fui a una charla y una parte del público participante también la usaba en plan comodín, en cada frase, daba igual si era al comienzo como al final, en plan, no sé que decir y necesito ganar tiempo para pensar, pero en plan, no tengo nada que decir y digo en plan.

Lo mejor de todo es que, estudiada un poco más a fondo, en plan intentando entender la expresión, vemos que “en plan” puede significar “o sea” en un vago intento de explicar lo que el interlocutor está diciendo, en plan aclaratorio, como si utilizara unas comillas. De la misma forma, «en plan», también puede utilizarse para poner énfasis o relieve, en plan destacar algo que se quiere decir…

De cualquier manera, debo afirmarte, por si aún no te habías dado cuenta, de que esta muletilla me pone un poco de los nervios, en plan sacarme de mis casillas del todo, por lo que te ruego que si alguna vez escuchas que la utilizo, en plan un par de veces seguidas, cojas el latiguillo, y me refiero al otro, no al sinónimo de muletilla, y me azotes en plan duro con él. Sabes que me gusta, pero en plan castigo verdadero hasta ahora no lo han hecho. Mientras seguiremos viendo pasar el tiempo a ver sí ocurre algo, en plan emocionante.

Gracias por leerme.

«La presbicia cabalga de nuevo»

Gafas de presbicia, ¿cuál me compro?

Mi cita anual con el oftalmólogo es obligatoria. Lo es desde que era pequeño y es que, sin gafas, ¡veo menos que Rompetechos! Algunas han sido más exitosas que otras y es que, como en botica, en todos lados se cuecen habas. Una muy simpática fue está. Al que voy ahora, además de amigo, es  de lo más profesional y seria —visita su web.

Por aquello de la edad —que todo sea dicho de paso no se me nota nada—, parece que la presbicia empieza a hacer pequeños estragos. Ya llevaba tiempo ajustando la mirada cuando intentaba leer el móvil, o alejando los papeles para poder enfocar o cerrando los ojos de vez en cuando para descansarlos. Lo cierto es que sabía que mi presbicia había aumentado así que tocó revisión y con ella cambio de gafas.

Recuerdo una compañera de cole que se resistía a admitir su presbicia y sucumbir a la utilización de las gafas de presbicia, por falta de glamour. Ella afirmaba que para utilizar mejor sus órganos, hacía «lectura vaginal», colocando los papeles a esa altura para poder enfocar adecuadamente y leer, con más penas que gloria, lo que pretendía.

Yo en cambio no me imagino sin gafas, básicamente porque en el espejo no me veo con claridad. 

Lo más gracioso de todo es que ahora que me decido a cambiar mis gafas de presbicia, van los del teléfono, y sin yo decirles nada, me hacen la letra del móvil más grande. Para mi que lo han hecho por joder.

Por suerte el mundo de las ópticas ha cambiado y aquí estoy, más mareado que un yoyó, sobre todo cuando subo y bajo la cabeza con rapidez, pero estrenando nitidez y claridad, con mis nuevas gafas progresivas, especiales para presbicia, con cristal reducido, montura a juego con mis ojos, cristales antireflejantes, antioxidantes y antidepresivos —de esto no estoy muy seguro—,  wifi, bluetooth, sonido envolvente y alguna pijada más —o eso creo—, la bomba en el mundo de las gafas de presbicia. «¡Deja que te acostumbres pá que veas!» así me dijo la de la óptica. Pues oiga, que veo, así que, cuando quieras, nos vemos. Sobre todo si quieres descubrir cuál de todos los modelos que pongo en la foto elegí. 

Gracias por leerme.

«Mis propósitos literarios para este nuevo año»

Mis propósitos ya me han organizado el año, ¿o es al revés?

Sin dudarlo ni un instante, mi primer propósito es fácil de cumplir. Quiero DAR LAS GRACIAS a todas las personas que la pasada semana dedicaron un minuto de su tiempo para darle al «like» y «compartir» a la entrada de mi facebook, en la que pedía la colaboración de todos para animar a la editorial a publicar una novela que he escrito (aún no puedo contarte nada de ella, pero espero hacerlo pronto. Me muero de ganas por hacerlo. Bueno, no me aguanto, más adelante te doy una pista). Pedía veinticinco «compartir» y recibí 213; 72 comentarios y 303 «likes». Gracias de todo corazón.

Propósito conseguido. Una auténtica pasada-

Llegó el 2019 y, aunque parece mentira, esta web ya ha cumplido sus diez años de existencia, ¡y yo con estos pelos! Ha sido una década en la que he dedicado muchas horas de mis noches a mantener vivo este espíritu infantil que, desde entonces, mantengo en la cabecera; pero como siempre he dicho, gracias a esto me ahorro una pasta en psicoterapia. Te seguro que me hace falta —la pasta y la psicoterapia.

En lo que a propósitos literarios se refiere, a este año nuevo le he pedido cumplir con los siguientes deseos: 

  1. Como no puede ser de otra manera, continuar lo más activo que pueda con esta web. Es lógico. Tras diez años, con más penas que glorias, mi compromiso de cada jueves con esta esquina sigue vivo, aunque te aseguro que hay días que… Pero soy hombre de ir partido a partido, así que, ¡a por un año más!, después ya veremos.
  2. El segundo propósito ya lo has leído, ver esa novela publicada y poderla compartir contigo. Por aquello de abrir un poco el apetito, decirte que la historia cabalga entre la Segunda Guerra Mundial y la actualidad. Muchos de ustedes me han preguntado que para cuándo una aventura para adultos, pues ¡hala! si todo va bien, esta será la primera.
  3. El tercer propósito está en el horno. Nareme Melián, el ilustrador de ANCOR, ya tiene el encargo, así que, en no mucho tiempo espero empezar a darles la lata con su segunda parte: FAYNA. Te adelanto que es un personaje femenino muy potente, que se une a la pandilla con Ancor y Bentor viviendo otras aventuras, en esta ocasión mirando al mar. Con sus ojos seguiremos viviendo la historia de Canarias. Hasta ahí puedo leer. ¿Habrá tercera parte?
  4. Diego Pun Ediciones está haciendo un trabajo muy interesante recopilando cuentos, de varios autores, en una fantástica colección de leyendas canarias, de las que ya está en el mercado, y te recomiendo mucho, «Bailadero. Leyendas canarias de brujas»aquí puedes verlo—, o «Voces del malpais»aquí puedes verlo—. Yo participo, con tres relatos, en el libro que está dedicado a las viejas casonas de canarias, pero aún no puedes verlo, y no tengo su título definitivo.
  5. El quinto de mis propósitos, y probablemente el sexto también, son dos nuevas historias que se andan peleando en mi cabeza por ver cuál va a ser la primera en salir. Una de ellas es un libro de cuentos para jóvenes y adultos, relatos cortos en los que trato diversos temas que a todos nos interesan. El segundo es una novela, también para jóvenes y adultos, que empieza a coger forma de thriller, y que ahora misma parece estar a la cabeza de esta pequeña competición que llevo dentro. Ya veremos cual de las dos gana la carrera.

Así, con esta lista de propósitos he empezado el año. ¿Qué te parece? Como siempre espero tus opiniones aquí o en mis redes sociales.

Gracias por leerme.