«Con ese beso en la frente»

«Con ese beso en la frente»

Mi abuela siempre me contó que quién besa en la frente ama de verdad, incluso cuando no hay más remedio que seguir amando para siempre. 

Tras compartir toda una vida juntos Valeria y Andrés, con una preciosa historia de años a sus espaldas, riendo, llorando y enfrentándose juntos a todas las adversidades que la vida les había presentado, se tropezaron con el nuevo reto que se les había puesto por delante. Era el momento de volver a demostrar que su amor era profundo y verdadero. Había llegado el momento definitivo en el que sentir y demostrar que era verdad que se habían convertido en el apoyo mutuo que anhelaban y que necesitan para sobrellevar los desafíos del tiempo.

Pero, como suele suceder en la vida, los caminos de ambos tomaron un rumbo inesperado. Andrés había recibido una oportunidad única de trabajo en el extranjero. Era un sueño hecho realidad, pero también significaba dejar atrás todo lo que conocía y amaba. Valeria, aunque emocionada por él, sintió un nudo en la garganta al enterarse, pues sabía que la relación de ambos podría sufrir cambios irremediablemente.

El día de la despedida llegó. Sus manos entrelazadas y sus miradas llenas de amor reflejaban la tristeza que sentían en su interior. 

El tiempo pareció detenerse mientras esperaban en silencio la llamada para embarcar. No querían dejar ir ese momento, querían detener el tiempo y permanecer juntos para siempre, como tantas veces habían hecho. Pero la realidad era implacable y el anuncio de la salida del vuelo finalmente llegó.

Con lágrimas en los ojos, Andrés se giró hacia Valeria y la abrazó con fuerza. Sus corazones latían al unísono, compartiendo el dolor de la despedida. Sus palabras se ahogaron en un mar de emociones, y solo pudieron susurrar promesas de amor eterno.

El último abrazo se volvió un recuerdo imborrable. Sus ojos se encontraron y, en ese instante, supieron que era hora de decir adiós. Con manos temblorosas, Andrés se inclinó hacia adelante y depositó un profundo beso en la frente de Valeria. Sus labios rozaron su piel una última vez, llenos de amor y tristeza.

Valeria abrió los ojos débilmente y miró a Andrés con ternura. Sabía que ese beso era una despedida, un último acto de amor antes de partir. Sin decir una palabra, sus ojos hablaron por ellos, comunicando el agradecimiento por el amor compartido y la promesa de que siempre estarían conectados. Nada, ni el tiempo ni la distancia les robaría aquel amor eterno. 

Gracias por leerme.

P.D.: Llega el momento de darte ese beso en la frente. Es hora de descansar y desconectar un poco. Si todo va bien, regresaré en septiembre por esta esquina. Si te apetece nos vemos entonces. FELIZ VERANO.

«El beso que todo lo sana»

«El beso que todo lo sana»

Es un momento extraño, de una paz tensa. Hace apenas un breve instante aquellos dos cuerpos temblaban enojados. Usaban un lenguaje muy contrario al actual. Discutían.

En el momento actual están calmados, muy pegados, como casi siempre que tienen oportunidad de estarlo, aunque Julia siempre es la que más se resiste a estar así. Juan lo sabe y por eso busca la forma de calmarla. Ambos intentan disfrutar de este instante de calma, después de la tormenta, que ambos definen y reconocen como difícil.

Tienen las miradas fijas el uno en el otro. Acaban de discutir por una tontería y las palabras se les han ido un poco de los labios, escapándose, incluso, alguna frase hiriente. No les gusta estar así. Se han dado cuenta. 

Juan ha colocado su mano derecha sobre el pecho de Julia y ahora respiran. Lo hacen juntos, acompasados, completándose, unidos en el equipo que saben que forman.

Juan eleva su dedo índice buscando que la yema toque el borde de esa boca maravillosa que tiene Julia. Lo consigue. Ella no ofrece ningún rechazo, todo lo contrario, le gusta que él haga ese gesto, pues lo reconoce como un acto de amor. Entonces pasea su dedo bordeando la carnosidad. Para Julia, ese dibujar de sus labios la desconcentra, acelera, excita y descoloca en un santiamén. Le gusta que así sea.

Julia entreabre su boca, como si aquel gesto fuera la primera vez que lo recibe. Aspira una gran bocanada y libera un ligero suspiro. Cierra los ojos. Se deja ir. Siente cómo su cuerpo empieza a dar pequeños espasmos, fruto de la excitación que va en aumento. 

La discusión acaba de deshacerse por completo y todo ha vuelto a resetearse. En su boca empieza a nacer el deseo. Él, sabedor de lo que ocurre, lejos de alejarse se acerca un poco más e introduce el índice en la boca de su amada. Ella lo chupa con deseo. Lo muerde con dulzura devolviendo el dibujo con el juego que su lengua acomete a su alrededor. 

Julia abre los ojos para volver a encontrar la profundidad de los de Juan. Ambas respiraciones se aceleran confundiéndose la una con la otra. 

Las bocas no tardan en encontrarse y la lucha comienza en los labios queriéndose morder, chupar o aspirar. Las lenguas se funden en una y originan otra particular batalla, como si fueran dos potentes brazos que echan su propio pulso, lejos de lo que ocurre en el resto del cuerpo. Eso es imposible. La situación es vieja, conocida por ambos. La excitación les puede. El anterior silencio se ve roto por los pequeños gemidos y soniquetes fruto del roce de sus labios, pieles y manos.

Es el momento que Juan esperaba para realizar el otro gesto que a ella tanto le gusta, hundir sus manos entre su cabello, acariciar la profundidad de su cráneo, mientras sus labios no dejan de besarse. 

Ahora la saliva ya es solo una. Ya no queda ni rastro del enojo inicial, aunque mantienen el temblor de sus cuerpos, eso sí, de manera distinta. Ese beso es sanador.

Gracias por leerme.

P.D.: Feliz día internacional del beso. DISFRÚTALOS, si puedes.

«La visita soñada»

«La visita soñada»

No sé de dónde vienes a estas horas. Me has sorprendido. Si te soy sincero esta noche no te esperaba. Tampoco me sobresalto cuando siento que me despiertas acariciando mi cara. No puede ser otra persona más que tú. Así que, aquí estás. Has venido sin esperarte, sin avisar, sin anunciarte. No hace falta que lo hagas. Lo sabes. Tu espacio, tu burbuja, siempre tiene las puertas abiertas a la espera de que quieras cruzar el umbral. Aquí te relajas, aquí eres, aquí estás, aquí somos. 

Abro los ojos para verte. Hablas en un susurro por lo que no te escucho bien, pero entiendo que dices que tenías ganas de estar a mi lado, de pasar la noche tranquila, relajada y alejada de los problemas habituales. 

Encendes la pequeña luz de la mesita de noche, me encandilas, aún así me regocijo en la apasionante visión que es contemplar cómo te desvistes. Lo haces despacio, disfrutando del momento, de mi mirada. No has traído pijama. Ya veo que has improvisado totalmente esta visita. Sabes dónde tengo los míos, por lo que no me sorprende que decidas abrir la gaveta para coger una de mis partes de arriba. Te observo con detalle. Me gusta cuando haces estas cosas y te dejas llevar por el erotismo que sabes me provoca tu cuerpo y tu persona.

Siento cómo te agachas y retomas, en silencio, ese que siempre hace que nos besemos, la caricia de mi cara. Siento tus labios sobre los míos.

Con suavidad me musitas que te haga hueco en mi lecho. Normalmente te acuestas del otro lado de la cama, pero esta noche, no se bien el motivo, te apetece meterte en mi lado. No hay problema. Eso también me gusta. Con tranquilidad me aparto para dejar el espacio que me solicitas. Siento el frío del otro lado en mi espalda, hace que vuelva en mi, ya veo que lo que te apetecía era el calor.

Pero una noche más todo se desvanece, y lo que parecía un sueño, se confirma como triste realidad.

Gracias por leerme.

«El planazo de don Carnal»

Planazo el de don Carnal
Este es don Carnal.

Lo normal era que don Carnal aprovechara el momento para hacer de las suyas. Invitar a la lujuria, el desenfreno y el pecado, nunca fue tan fácil como en el momento actual. Las redes sociales juegan un interesante papel de apoyo logístico en todo ello y el se maneja bastante bien en esas lides. Pero don Carnal esta semana está un poco de capa caída. 

Vive en un cuarto piso de un edificio bastante normal, de una calle céntrica. Desde su ventana contempla un amplio abanico de actividades y, lo que es mejor, sin ser visto. 

D. Carnal observa la salida del colegio. Niños y niñas salen sonrientes con sus sencillos disfraces. El coronavirus parece que da una tregua y los centros escolares programan pequeñas y muy controladas fiestas de disfraces, marcadas por el uso de las mascarillas, los hidrogeles, los grupos burbuja…

Gira su cabeza y observa la estampa que se vive al otro lado de la calle. El bar de la esquina, el que abre el camino para acceder a la calle peatonal llena de establecimientos, es otro cantar. Desde su casa se escuchan los gritos y el soniquete de la famosa canción de Celia Cruz ¡Azúcar!, ¡no hay cama pá tanta gente! Hay personas en la calle, muchos con peluca, otros con disfraces. Unos pocos bailan y brindan con copas en las manos, mientras las mascarillas protegen del frío inexistente sus gargantas. D. Carnal niega con la cabeza.

Él no entiende mucho de todo esto que está pasando, pero, sin duda, hay algo que no le cuadra en su estrafalaria cabeza. Decide que es momento de averiguarlo.

El primer disfraz que encuentra en la maleta que guarda baja la cama es uno de vieja. Se lo pone, pañuelo negro por la cabeza incluido, y sale a la calle. Decide mantener la mascarilla tapando su boca, con eso se ahorra el maquillaje, y el afeitado que estos días está con la piel sensible. No pierde tiempo, se dirige a la zona de bares.

Luces azules alumbran toda la calle. Por un momento pensó que los propietarios de los bares se habían venido arriba y el Carnaval recobraba su color. No era así.

Varios furgones de la Policía Nacional entran por extremos contrarios de la calle. Acotan el lugar e impiden la huida de los ciudadanos. Todo aquel que está bailando, sin mascarilla…, es identificado y sancionado. D. Carnal, que siempre ha presumido de tener buenos disfraces, quizás por su condición de agente provocador de estas fiestas, pasa por entre ellos. No lo reconocen. Algunos agentes, convencidos de la edad del personaje que ahora representan, incluso lo protegen y ayudan a salir de allí. Sin demora vuelve a su casa y entiende que este no es el año. Decidido, se vuelve a imbuir en el pijama, se sirve una copa de su Irlandés preferido y se enchufa a una serie. ¡Planazo de Carnaval! ¿Cuál es el tuyo?

Gracias por leerme.

«DÍA DE LAS LETRAS CANARIAS»

Como cada 21 de febrero, hoy se celebra el DÍA DE LAS LETRAS CANARIAS. Este año la conmemoración está dedicada a uno de los escritores considerado como máximo exponente de la estética surrealista, AGUSTÍN ESPINOSA (Puerto de la Cruz, 1897- Los Realejos, 1939). Su carrera académica y literaria, está muy marcada por sus viajes y por la amistad con personajes de reconocido prestigio nacional e internacional de su época (Lorca. Salvador Dalí, Luis Buñuel…). 

DÍA D ELAS LETRAS CANARIAS, 2019, dedicado a Agustín Espinosa

Este sencillo homenaje, tal y como ya he hecho en otras ocasiones —Ana María Matute, Juan Goytisolo… —, consiste en inventar un pequeño texto, casi surrealista como los del autor, utilizando para ello los títulos de sus obras. ¿Te atreves a realizar otra propuesta? ¿Has leído algo de su obra?

Aunque la noche no era del todo oscura, «Don José Clavijo y Fajardo» había decidido coger una linterna para iluminar el camino que le llevaba directamente al «Lancelot, 28º-7º». Nada más llegar se vio sorprendido por el gran bullicio que originaban los aplausos que sonaban y se dejaban escapar, como gotas de agua entre las manos, por el hueco de la puerta. Sin duda alguna había llegado tarde y la «Oda a María Ana, primer premio de axilas sin depilar de 1930» había terminado. Jamás se lo perdonaría. Se ubicó entre el público, intentando disimular, como si llevara allí más de «Media hora jugando a los dados», tenía que ganar tiempo para poder planear otra manera de cometer aquel «Crimen» que llevaba tiempo rondando su cabeza. La respuesta no estaba lejos. «Sobre el signo de Viera», aquella especie de locero que el dueño del bar se empeñaba en decir que era una gran obra de arte dedicada a los «Poemas a Mme. Josephine» sabía que estaba un ejemplar del «Diario espectral de un poeta recién casado y otros textos». En ellos encontraría la respuesta de acabar con su propia vida, aunque fuera el mismo Día de las letras canarias.

Gracias por leerme.

«Tonto es el que hace tonterías»

Estoy seguro de que te acuerdas de esa frase. El bueno de Forrest Gump, la puso en nuestro imaginario común. Desde entonces es imposible decirla sin acordarnos de él.

Tal y como me paso en noviembre de 2017, hoy tengo ganas de hacer un poco el tonto, de hacer una tontería. Así que pienso aplicarme la frase y espero que te atrevas a acompañarme y aceptes mi reto final.

¿Por qué hoy? Buena pregunta. Lo cierto es que no tengo respuesta. Simplemente me apetece y, como bien sabes, ya que eres de esas personas que se pasean por esta esquina todas las semanas, no estoy muy estable mentalmente hablando. O sí, y la persona inestable eres tú. Yo sé que, tal y como ya te he contado muchas veces, con esta web, y estas tonterías, entre otras, me estoy ahorrando una pasta gansa en psicoterapia.

Bueno, al tajo, que me lío. Para situarte decirte que estaba muy tranquilamente en la cocina, preparando cenas, almuerzo de mañana…, cuando caí en cuenta de que no me apetecía nada escribir. ¿Te extrañas? Tengo días así, más de los que te imaginas. Así que, uniendo uno más uno, cocina más tontería, he decidido retarte a colgar una foto loca. No es la primera vez:

  1. ¿Te acuerdas cuando me dio por los pepinos
  2. En otra ocasión, sin venir a cuento, me puse una peluca. ¡Creo que ese color de pelo me favorece. ¿Tú que opinas? (Pincha aquí para verlo)
  3. También recuerdo una noche de frío invernal que…; hasta las lágrimas y la saliva se me congelaron. Aquí puedes recordarlo.

En todas esas ocasiones, y alguna más que a lo mejor se me escapa, te reté a acompañarme.  En todas ellas hubieron fotos geniales. ¿Vas a dejarme solo con esta tontería? Pues venga, cuelga tu foto en las redes, ¡hoy puede ser tu gran noche! ¡CALDERAZO AL CANTO!

Calderazo y tontería. ¡Menuda mezcla!

Gracias por leerme.

«La vuelta al cole de un maestro ¿asustado?»

Los maestros… menos mal que tenemos humor.

Como maestro, ayer me reí mucho con el «meme» que he puesto de cabecera de este post. Para serte sincero, llevo a carcajada limpia desde el mismo día que empecé de nuevo el cole. ¿Cómo?, ¿que aún no te has enterado?, perdona pero no me lo creo. Ya te lo había adelantado en este post.

Como un niño bueno, decidí, allá por el mes de mayo, regresar a mi aula y terminar con ese «Kit-kat» que estaba haciendo. En resumen he de confesar que fueron cinco cursos —en principio me había ido por uno—, de mucho trabajo, esfuerzo, dedicación…, que se vieron recompensados con mucho aprendizaje —una consejería tan grande como la de Educación es una especie de cacharrería con un elefante dentro. Moverle una pata, o una oreja, no solo cuesta mucho, sino que se hace mucho ruido, por lo que aprender es inevitable—, buenas personas —hecho de menos a mis compis del curro, sobre todo a los del Café a las 7:30 y a los del VAO, con los que compartí mucho sufrimiento— y un buen sabor de boca al estar totalmente seguro que me marché con la certeza de haber hecho todo lo que estaba en mi mano por ayudar y aportar algo más que un granito de arena.

Como digo he vuelto al cole. Quizás ese maestro del que habla la imagen sea yo. Reconozco que llego despistado, pero con muchas ganas e ilusión por retomar una de mis grandes pasiones, mi aula.

Ahora que paro un rato por esta esquina, dejando descansar un poco las programaciones de aula, los carteles, las fichas, artículos, preparar clases…, veo que de nuevo, la vida me devuelve la posibilidad de seguir aprendiendo, un claustro lleno de buenas personas y un buen sabor de boca.

Estoy seguro que este curso escolar será memorable, pues llego con las pilas cargadas, en parte gracias a haber tenido el tiempo suficiente para hacer aquellas tareas de verano, que en su momento te recomendé y programar una serie de pequeñas locuras (ya te contaré lo de mi escenario de aula, la historia de las pelotas…) que me han ayudado a generar la fuerza necesaria para que esa carita asustada, cada día se note menos.

¿Y tú?, ¿cómo llevas la vuelta al cole? Que sepas que vale contar la tuya o la de los tuyos, de igual. Seguro que hay algo interesante que quieres compartir. Yo estoy deseoso de que comentes y me sorprendas con tus cosas.

Gracias por leerme.

«El que avisa no es traidor. Calentando motores»

Un traidor no avisa del encendido de la máquina.

Ya lo sé. Muchas de las personas que se pasean de manera habitual por esta esquina me han dicho algo parecido a lo que ahora estás pensando: «Te fuiste y nos dejaste tirados!, «Pero chico, ¿qué te pasó?», «¡Ñosssss!, te largaste a la francesa»… Todas esas personas, y tú más, tienen razón.  Dejé mi cita de los jueves contigo, sin previo aviso, pero como tengo una explicación. ¿Recuerdas cuando en el telediario avisan de que va a venir una lluvia y, de repente, cae una tormenta? Pues pasó más o menos eso. Si me das una oportunidad, en las próximas semanas te iré contando todo lo vivido en detalle. Hoy vengo a pedirte disculpas y a comprobar el engranaje de la máquina.

Para ir abriendo boca, y así poder cumplir con el título de este post, aunque como ya he dicho te iré contando con detalle todas mis venturas, decirte que durante este verano han pasado muchas cosas y casi todas de calado. Por enumerar algunos ejemplos:

1.- Por el mes de mayo decidí volver a mi aula. Esto puede que ya lo sepas. Lo cierto es que lo he ido pregonando a los cuatro vientos de lo contento y motivado que estoy. Así que la semana que viene me vuelvo a vestir con mi traje de… ¿maestro loco? ¡Uf!, que nervios.

2.- Nos hemos mudado. Seguro que también lo sabías. Después de casi un año de obras ya estamos en la casa nueva, llenos de cajas y cosas por colocar. Supermegachuli.

3.- La pequeña de la casa es una aventurera. Fue capaz de ir, y sobre todo volver de una pieza, de Irlanda. ¡Y ella solita!, que para eso se está haciendo una mujer superfuerte e inteligente.

4.- He viajado a Finlandia. Tras muchos artículos, programas de televisión, charlas de cafetería y bares…, surgió la oportunidad de ver, en vivo y en directo, como funciona el «Sistema educativo finlandés». Un curso genial, una experiencia de crecimiento personal increíble y unos  compañeros maravillosos. De todo ello te hablaré con detalle.

Como verás este verano no he saltado en parapente, como en aquella ocasión, pero sí he llenado las pilas para contarte un montón de cosas. Así que, si te apetece, paso a desempolvar esta esquina y nos vemos el jueves que viene. Como ya te dije al principio este pequeño escrito de hoy, «sin chicha ni limoná» era solo para ir abriendo boca, avisarte de que estoy de vuelta y recuperar el engranaje del teclado.

Gracias por leerme.

«A por mi equipo de nadador»

Buenos, está bien, no soy yo. Pero casi.

Ya hace un par de meses que compartía contigo, en este enlace, mi nueva experiencia como aprendiz de nadador. Según parece, y por lo que me dicen mis monitores, voy mejorando. A las pruebas me remito. En aquella ocasión salía del agua, colorado, asfixiado y reventado. Ahora solo salgo del agua, colorado, asfixiado y reventado. ¡Ups!, parece que no hay muchos cambios. La explicación es simple, de los mil metros por sesión que por aquel entonces presumía, he pasado a rozar los dos mil. Así que estoy más feliz que unas castañuelas.

Con ese afán de seguir mejorando, por insistencia de mi torturador, he ido a comprarme los artilugios que pueden ayudarme en el avance: aletas y palas. La conversación con el dependiente fue más o menos así:

—¿Aletas? Sí claro, allí —indicó con el dedo a un lugar impresiso del fondo del establecimiento.

—¿Allí o allí? —dije señalando de igual manera, hacía dos lugares indeterminados en la misma dirección.

En el fondo, el chico, no parecía tonto. Entendió mi sarcasmo.

—Acompáñeme —dijo refunfuñando y de manera apática.

Tras recorrer un par de pasillos, y rebuscar en las estanterías, llegamos allí. Con algo de desprecio me brindó unas cosas color coral, que colocó en mis manos, con mucho parecudo a las extremidades de un ornitorrinco. ¿Cuántos de esos bichos habré visto en mi vida? Creo que uno, en un documental de la 2, mientras hacía la siesta. Pero no tenía dudas.

—Estas son las de Michael Phelps —estoy seguro que mi estupor quedó más que patente por el gesto de mi cara, pues nada más mirarlo, el chico intentó arreglarlo—. Es lo mejor del mercado —para más info.pincha aquí.

Lo siento por él, pero mi respuesta fue cortante. No entiendo que intenten colocar a diestro y siniestro cualquier cosa.

—¿Tú me ves pinta de hombre anfibio, sirena o nadador de élite? ¿Tu sabes quien fue Johnny Weissmüller? Pues casi familia que somos. ¿Aletas normales tienes?

Ante la negativa del dependiente y tras recorrer sin éxito cuatro establecimientos, de esos que llaman «pequeños comerciantes», terminé en la superficie de material deportivo más grande del mercado. Por fin aletas normales y la sonrisa de una encantadora joven dispuesta a ayudarme, imagino que para no perder su trabajo, aunque por un momento pensé que…

Gracias por leerme.

«La vieja flipada del garaje»

Imagina un garaje tenebroso y una voz que…

Es increíble descubrir como, hasta en un simple garaje, habitan seres del inframundo dignos de ser mencionados en unas pocas líneas. Porque gente rara habemos, yo el primero, pero hay otros que…

Imagina recibir una llamada de la presidenta de tu comunidad de vecinos: «¿Fulano?, que sepas que Mengana te quiere llamar para hablar algo contigo del garaje. ¿Le puedo dar tu número?». Uno, como es muy educado y curioso, no pone impedimentos, alabando incluso la seriedad demostrada, en cuanto al cumplimiento de la Ley de Protección de Datos, por la señora presidenta. No pasan dos minutos y Mengana llama.

—Buenas tardes, ¿usted es Fulano? —El tono ya denota cierto estado de posesión infernal.

—Sí señora, ¿qué necesita?

—¡Mira bonito! Tú a mí no me conoces —las orejas empiezan a tornarse de un rojo pasión nada despreciable, a la vez que el tono de Mengana se vuelve agrio y amenazante—, pero que sepas que tengo alquilada la plaza número 6 y no estoy nada de acuerdo con que tú tengas la 1.

—Bueno señora, yo lo lamento. Es la que el antiguo propietario me ofreció y es la que compré.

— Sí, pero es que yo no puedo maniobrar, y tu coche es muy grande; y además soy viuda; y tengo fibromialgia; y la rampa de salida…; y la curva es muy estrecha…; y…

—Perdone, perdone —interrumpo para intentar encauzar la charla— ¿me está diciendo que le molesta mi coche? 

—¡Claro mi niño! ¡Pareces guanajo! Hasta que tu compraste la plaza de garaje ese sitio estaba libre y me servía para maniobrar, que estoy enferma, y soy viuda, y…, y claro, ahora no puedo, y…

—Perdone que le vuelva a interrumpir Doña Mengana, ¿qué quiere que yo haga?

—Pues hombre está claro, antes de comprar la plaza de garaje tenías que haber informado del coche que tenias, y…

—¿Pero mi coche se sale de la plaza?

—No, pero no puedo maniobrar en este estrecho garaje, que estoy enferma, y soy viuda, y…, y claro, ahora no puedo, y…; tienes que buscarme una solución. Te doy hasta final de mes —la señora acaba de colgar el teléfono.

Fulano, según me cuenta, se quedó mirando el auricular del todo estupefacto. Inmediatamente manda mensaje al «guasap» familiar y ¡hala! comienza el pitorreo.

Buscamos consejo para el tal Fulano: ¿Tú que harías? ¿cederías? ¿Mandarías a la buena de la señora: a) A la porra. b) Al carajo. c) A la autoescuela. ¿Cederías al chantaje? ¿Qué crees que esconde la amenaza de: «Te doy hasta fin de mes»?

Gracias por leerme.