
La declaración de la renta, junto con la muerte, es de esas cosas de las que los mortales no podemos escapar. Para más inri, hacer la declaración de la renta, siempre está en la lista de tareas que no nos apetece hacer, justo por encima de madrugar un domingo, para limpiar la casa después de una juerga el sábado por la noche y por debajo de atender a los niños que a las tres de la madrugada cuando se despiertan con vómitos y diarreas.
Otro año más la campaña de la declaración de la renta llegó cargada de noticias, chistes e infinidad de consejos y tutoriales que intentan facilitar la labor de todos aquellos que, por suerte, no tenemos que hacerla en Panamá, ni en Andorra, ni en…
Como somos pocos los que tenemos un amigo asesor fiscal que te haga la declaración de la renta como tiene que ser, muchos vamos buscando recibir buenos consejos. Por el momento, lo mejor que he escuchado es aquel que afirma «No hagas caso de los consejos de barbacoa, barra de bar y máquina de café…». En todos esos lugares se oye aquello de «…no hombre, que no pasa nada», «Para qué incluyes eso», «Pero si ni la miran», «Acepta el borrador y ya está»…
Mientras eso ocurre, y como entiendo que cabe la posibilidad de que pretendas ir a que te hagan la declaración de la renta a una asesoría, a la propia hacienda, al banco…, es importante pensar de qué manera tienes que ir vestido.
Un contable, te recomendaría ir desaliñado, para que piensen que estás en la ruina. Si haces la consulta a tu abogado te dirá lo contrario. Creo que te diría algo así como: «No dejes que te intimiden, usa tu mejor traje y la corbata más elegante que tengas, de esta manera darás buena presencia y darás credibilidad».
Si me lo preguntas a mi, te recordaría la historia de la recién casada que hablaba con su esposo tras veinte años de matrimonio:
«Cuando estaba a punto de casarme contigo, le pregunté a mi madre qué ponerme en la noche de bodas. Ella me dijo:
—Ponte una bata gruesa, de franela, que te llegue hasta los tobillos, eso hará que te respete.
Pero cuando le pregunté a mí mejor amiga, me dio el consejo opuesto:
—Ponte la ropa interior más pequeña, transparente y sensual que tengas, hará que te desee.»
Puede que aún no hayas entendido la moraleja de esta historia, pero si lo piensas detenidamente verás que, en una noche de bodas, como en la declaración de la renta, no importa cómo te vistas o los consejos que te den por ahí, sin duda te van a fundir —por decirlo finamente y no usar otro verbo que empieza con «f»— de igual manera.
Gracias por leerme.
PD. Yo ya presenté la mía y me salió a devolver (2,47 euros). Estoy que lo flipo.